martes, 18 de octubre de 2016

Vascos 2016: una sociedad sosegada

Vascos 2016: una sociedad sosegada


El último día del Curso de Verano de 2016 de la Universidad del País Vasco en San Sebastián sobre la perspectiva histórica de “La construcción de la paz”, intervino Juan José Solozabal, Catedrático de Derecho Constitucional en la Autónoma de Madrid con una conferencia sobre “René Cassin y los Derechos Humanos”. Solozabal, glosando su figura, lo presentó como un hombre moderado y pragmático y se preguntó si el pragmatismo, la moderación, el trabajar práctico, el hacer las cosas posibles, particularmente las difíciles, no sería una característica de los vascos. Desde mis propios estudios sociológicos me atrevo a subrayar algunos rasgos más, bastante comunes a gran parte de los vascos del siglo XXI.

La sociedad vasca tiene una fuerte moral relativista ante los comportamientos privados y más estricta ante los públicos. La postmodernidad socio-cultural ha echado raíces entre nosotros. Así en la aceptación del método asambleario en la toma de decisiones (aunque en clara capa caída desde el no-gobierno de EH Bildu), la sobrevaloración de lo público sobre lo privado, crítico al par que exigente con la Administración (aunque la iniciativa social sigue vigente), muy familista y abierto a todo modelo familiar, igualitarista en el trabajo, más tolerante y solidario con el diferente que la sociedad española y que la gran mayoría de la europea.

La sociedad vasca ha pasado, muy rápidamente, de una moral religiosa a una moral de la salvación por el cambio político (aunque durante poco tiempo y en sectores minoritarios en la sociedad) para dar paso, en la actualidad, a una moral centrada en el bienestar, con dos variantes no contrapuestas: la del disfrute máximo del momento presente (pero aliado al trabajo profesional) y el culto y cultivo del cuerpo teniendo como objetivo final llegar a la muerte (cuidadosamente ocultada) lo más tarde, esbeltos y sanos posibles. Hemos transitado de la religión del espíritu a la religión del cuerpo: iglesias vacías, gimnasios y restaurantes llenos. Sin olvidar los viajes: Como los catalanes.

La sociedad vasca siempre ha rechazado a ETA. También los jóvenes. Los datos no admiten duda alguna. Pero la sociedad vasca sigue siendo tan nacionalista hoy como hace 40 años, de un nacionalismo moderado, integrante y no excluyente de lo español a condición de que lo español no pretenda aplastar a lo vasco. Si así lo perciben se dicen independentistas. Como los catalanes. Según una Escala que presenté en 2004 en un Congreso Español de Sociología, en base a nueve indicadores, el 50% de los vascos se inclinaban claramente hacia el polo de la vasquidad, el 15% hacia el de la españolidad, poco más del 8 % hacia ambos por igual, y el resto, el 26 %, por ninguno de los dos, “pasaban” del tema. En la actualidad, este último 26%, apostaría que llega al 40%. Aunque no tengo el dato comprobado.

Personalmente me quedo con la idea de la pluralidad de la sociedad vasca. Vascos son, en los extremos, el cura Santa Cruz (cura guerrillero en la guerra carlista) y ETA. Pero René Cassin y la actual proliferación silenciosa de grupos por la reconciliación, también. En medio, la gran masa de vascos se siente hoy, desde que ETA abandonara la lucha armada, más sosegados, más tranquilos en su vida. Tanto que la Parte Vieja de San Sebastián, en apenas cinco años, ha dejado de ser escenario de afrontamientos entre violentos y policías y, de ser una ciudad peligrosa, atractivo turístico-gastronómico-cultural para muchos visitantes extranjeros, cuya profusión ya incomoda a los donostiarras. Pero nadie dirá que “contra ETA vivíamos mejor”.


Publicado en “El Periódico de Catalunya” el 25 de Septiembre de 2016


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