miércoles, 25 de mayo de 2016

Paris bien vale una opera


Paris bien vale una ópera

24/05/16

Pero, ¿cómo se puede escribir, dejando a Sigfrido perdido en el bosque, una maravilla como Tristán e Isolda? ¿Simplemente por estar viviendo y padeciendo un amor imposible con la mujer de uno de sus benefactores? No. Ciertamente, no. Hace falta algo más. Hay que ser un genio, un extraordinario monstruo de la naturaleza. Hace un rato, en una sala (el Teatro de Campos Elíseos, TCE, en Paris, lleno a reventar) en la que no se oía respirar, cuando Gatti, tras un sofocante y prolongado retardando, ha concluido la representación, el publico no ha podido contenerse, y yo con ellos, hemos gritado, ¡bravo!, mil veces bravo, mientras aplaudíamos a rabiar, el corazón encogido, y el nudo bien puesto en la garganta. ¡Dios santo! ¿Cómo es posible escribir algo tan extraordinario? (Si alguien piensa que la virtud se alía con el arte que vaya a escuchar Tristán y comprobará su solemne tontería).

En un restaurante, próximo al TCE, en el que he cenado mi “steak-frites” con un razonable Burdeos (razonable más en el precio que en la calidad), han hecho lo propio, cerca de mi mesa, un grupo de jóvenes de la Orquesta de Paris que habían intervenido en la opera de Wagner. He sentido envidia. Tienen una relación activa con uno de los monumentos de la mejor música de todos los tiempos. Eran jóvenes, muy jóvenes, rondando los treinta años y, poco más los mayores de entre ellos. ¡Venían de interpretar Tristán…!. Aunque quizás yo haya disfrutado más que ellos: el despertar de Tristán e Isolda del filtro mágico concluyendo el primer acto; en los dos duos de amor del segundo acto y en el llanto del rey Marke a su finalización, al comprobar la “traición” (sí, con comillas) del más fiel de los fieles, Tristán; en el imposible final de Isolda en el tercer acto y, sobretodo, cada vez que Wagner, a lo largo de la opera trae a cuento el tema de Tristán. Claro que yo estaba en mi butaca y ellos en la fosa de orquesta.

La primera vez que, ya cumplidos mis sesenta años, escuché en directo mi primer Tristán, en la todavía abierta Staatsoper de Unter den Linden, en la fila 4, con Barenboim a la batuta, me juré que no pasaría año sin escuchar Tristán. No lo he cumplido siempre. Esta noche me ha parecido imperdonable. Claro que es difícil encontrar un Gatti en la batuta de una orquesta muy ensayada. No me olvido de los cantantes pero, a mi juicio, cubiertos unos estándares (y los del TCE de esta noche los cubrían con nota) todo se juega en la concepción e implicación en la obra del director. Y hoy, quizás por primera vez desde que le escucho, Gatti se ha llevado la matricula de honor de la representación. ¡Qué noche, la de esta noche!.  ¡Paris, bien vale una opera así…!.

3 comentarios:

  1. Creo recordar que el : "Paris bien vaut une messe" se debe al buen rey Henri IV, en el momento de convertirse del protestantismo al catolicismo,el rey de Francia y de Navarra, primer borbón; quizás primer navarro que ganaba de ese modo París. Un rey que olvidaba por igual los daños y los favores recibidos (recuerdo pocas cosas del liceo francés, pero sí esta frase en un libro de Historia, en clase de "troisième", creo; que probablemente no sabía siquiera lo que estaba en juego; que afirmaba no estar dando Navarra a Francia, pero lo contrario; que pacificó las guerras religiosas francesas. ¿ Quién será el encargado de hacerlo en la Navarra de hegoalde, de aquí ?
    Me alegra ver que el "steak-frites" aún resiste y que el Burdeos se cotiza razonablemente; uno teme que las huelguistas intempestivos aprovechados de estos días en el país vecino, no busquen sino abolirlos; hacerlo todo peor.

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  2. Pienso que el Bordeaux no se cotiza razonablemente nunca. En un reciente viaje a Burdeos, cenando, pedi una copa de vino de la casa. Mi sorpresa vino al preguntar la procedencia del vino: "Bordeaux supongo". Pues no. Era un italiano imbebible a 8 euros la copa. Pedí un Bordeaux y me avisaron: "Monsieur, la copa vale 10 euros". Es igual, tráigamela. Era peor que el italiano.
    Que gran negocio hicieron los bodegueros bordeleses al casarse Leonor de Aquitania con Enrique II de Inglaterra y pasar Burdeos a depender de la corona Inglesa. Todo el vino se mandaba a Inglaterra y no competía con la otra gran región francesa productora de vino: Borgoña. Ahí empezó la fama y prosperidad de esta región.
    Lo agradecidos que estarán a la corona inglesa que todavía, en el escudo de Burdeos, aparece el león representativo de la dinastía Plantagenet a la que pertenecía Enrique II de Inglaterra.

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    1. Hace tiempo que pienso que los mejores vinos, en la relación calidad-precio están en España. Para mi gusto con preferencia por los Riojas, tanto los de Rioja Alta como Alavesa. ¡Ah! y, si en Bordeaux le sirven una copa de vino (y no de calidad)al precio de una botella de crianza (esta vez sí de calidad) no les digo nada si hacen la experiencia en un restaurante inglés, sobre todo si es pretencioso. Hace un mes hice la triste experiencia: un infumable vaso de Saint Emilion por 10 Libras. Les sugiero que, salvo que sean Uds. multimillonarios, no beban vino en Gran Bretaña y se conformen con una cerveza. Pero pídanla fría, por si acaso, aunque son capaces de sacarles hielo para añadirlo a la cerveza y enfriarla...

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