domingo, 13 de diciembre de 2015

¿A quién votaría el 20D, si tuviera que votar fuera de Euskadi?


¿A quién votaría el 20D, si tuviera que votar fuera de Euskadi?

 

Será porque estoy mucho tiempo en casa, el hecho es que recibo bastantes llamadas de empresas que llevan a cabo encuestas para esto y aquello. Aunque también es cierto que por mi ya avanzada edad, a menudo no entro en los perfiles que necesitan. Pero no hace mucho tiempo, en una encuesta electoral, obviamente entraba en sus perfiles. En un momento de la encuesta me preguntaron a quien votaría como presidente del gobierno español. Sin pensarlo mucho respondí que Pedro Sánchez. Me quedé un tanto sorprendido por mi rápida respuesta y, durante varios días y semanas, me preguntaba, aunque sin mayor preocupación, porqué habría dado esa respuesta cuando mi opinión sobre el actual candidato socialista no era precisamente muy buena. Claro que, a continuación, me preguntaban que, si no a él, a quién de los otros principales contendientes, Rajoy, Rivera o Iglesias, daría mi voto. Y mi funesta manía de pensar demasiado, que diría una fugaz novia de mi adolescencia (lo que supuso, me temo, que me quedara a cuatro velas), me ha llevado a darle vueltas a la cuestión: si tuviera que votar, digamos, en Madrid, a qué partido o formación política daría mi voto. Lo que me obliga a diseccionar mi lectura del PP de Rajoy, del PSOE de Sánchez, del Ciudadanos de Rivera y del Podemos de Iglesias. Que me perdonen los demás partidos de ámbito estatal pero ya tengo bastante con los cuatro que, a todas luces, van a obtener el mayor número de sufragios.

 

Rajoy y el PP, tienen una ventaja indudable: experiencia de gobierno. Pero poco más pues algunos juzgarán que esa experiencia ha sido mala, incluso pésima, juicio con el que, en gran medida comulgaría desde mi personal posición de vasco nacionalista (moderado) y defensor (radical) de los derechos humanos de todos, presos incluidos. Además mi decidida apuesta por la convivencia y la reconciliación tras la losa de ETA y de otras violencias colaterales, se da de bruces con la acción política del PP en esta legislatura, y con mayoría absoluta en el Parlamento. El rodillo que han utilizado, particularmente en este tema, no me ha gustado nada. Nada de nada. Añádase el desinterés mostrado ante las reiteradas llamadas del lehendakari para abordar, desde el pacto y la negociación, el contencioso vasco, y sus afirmaciones, aquí y allá, de que el Concierto Económico es un privilegio injusto de los vascos que debe ser abolido (planteamiento no aceptado por el PP vasco hasta el descabalgamiento de Arantza Quiroga), luego me enfrento a una enorme dificultad para otorgarles mi voto.

 

Del PSOE me separa mi ideología nacionalista pero no siendo esta radical, y convencido de que, al menos hasta ahora, el nacionalismo del PNV junto al PSE conforman el nicho central del río por el que discurre la sociedad vasca, (quedando en los extremos, en las orillas, el PP y la izquierda abertzale), tendría tendencia a dar mi voto, fuera de Euskadi, al PSOE. Quizás por eso, en la encuesta que arriba he referido, respondí que votaría a Pedro Sánchez como presidente del gobierno español. ¡Ay!, pero es, precisamente, el candidato Sánchez el que me causa problemas. No le veo, ni de lejos, madera de presidente. Algunos hablan de Zapatero-bis. Es quizás un pelín injusto, pero no por ello se me antoja del todo descarriado. No le recuerdo una idea digna de ese nombre. Su España federal es un “café con leche para todos”, en envoltorio post-moderno. Sus discursos no pasan de mitineros. Claro que, se puede objetar, que no se espera de un presidente que haga buenos discursos sino que sea, como poco, un buen gestor y, si da la talla, un líder. Pero, si no le cae encima una especie de gracia presidencial que haga de él un líder, por lo hasta aquí ha mostrado nada hace pensar que algo así hubiera de ocurrir. Además, por lo que llevamos visto, Sánchez tampoco es un buen gestor. Basta ver algunos nombres que ha fichado para las candidaturas al 20 de diciembre. Particularmente la de Madrid, creando el enfado de sus propios militantes.

 

De Albert Rivera comenzaré diciendo que es un chico listo. Recuerdo que, en tiempos del tripartito con Maragall como President, presenté, en el propio Parlament catalán, un estudio sobre la convivencia en los centros docentes de Catalunya. La sesión duró mucho más de lo previsto y el que me formuló las preguntas más inteligentes y más complicadas fue Albert Rivera. La presidenta de la sesión nos pidió que acortáramos la discusión. Hoy le definiría como un tecnócrata español de Barcelona, que ha logrado algunos buenos fichajes (Garicano en economía y alguno más que conozco personalmente en Andalucía) y que ha presentado un programa detallado (que ya he valorado en mi blog) con el que comparto algunas cosas, pero disiento frontalmente de otras. Comparto su rechazo al clientelismo, su propósito de separar el ejecutivo de los órganos que lo controlen. No solamente el sistema judicial que también, sino los mecanismos de control financiero como desarrolla Garicano en su libro “El dilema de España”. Me separa de él, básicamente, su centralismo a ultranza. No solamente se quiere cargar el Concierto Económico sino que quiere suprimir la posibilidad de que los navarros, libre y democráticamente, puedan decidir conformar otra entidad política con los ciudadanos de la Comunidad Autónoma Vasca. Y el idioma vasco, como el catalán le trae sin cuidado. Más aún, en el Parlament tiene a gala usar el castellano.

 

Para votar a Pablo Iglesias tendría que nacer otra vez, en otra familia y tener otra educación bien distinta a la que he tenido. Todos somos hijos de nuestra infancia y juventud. Hasta cuando renegamos de ella. Yo no acepto el centralismo democrático de matriz marxista-leninista que está en la base del programa de Podemos, por mucho que ahora intenten descafeinarlo. Centralismo en su Programa (el de las elecciones europeas analicé en mi blog y en un artículo en este medio) y en su organización como Partido que, obviamente, ha dado lugar a no pocos desgarros internos. Sin embargo veo con simpatía, desde que lo detectamos en un estudio sobre los valores de los jóvenes españoles en 2006, el surgimiento de una corriente alternativa al actual sistema entre una parte importante de la juventud, que después tendría su expresión ciudadana en el movimiento 15 M, y que se ha traducido, parcialmente, en Podemos. También creo que son los únicos, a nivel estatal, que aceptan la única solución posible al contencioso catalán: que decidan sus ciudadanos qué quieren para su país. En fin, un profesor universitario que solamente se ha movido en las arenas de la discusión en las aulas y foros, cuya experiencia política se limita a la revolución bolivariana, y que, entre nosotros, se acerque a Sortu, francamente no me anima, en absoluto, a darle mi voto para verlo en la Moncloa.

 

Luego ¿a quien votar si lo hiciera fuera de Euskadi?. Mi mujer me dice que me falta una opción: votar en blanco. Porque votar, hay que votar siempre, si se es demócrata. Incluso si se piensa que nuestra democracia es imperfecta. ¡Ay!, ¡qué sabia es mi mujer!.

 

(Publicado el 5 de diciembre de 2015 en DEIA y en Noticias de Gipuzkoa)

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