miércoles, 3 de septiembre de 2014

Un jubilado de 54 años


Un jubilado de 54 años

(2 de Septiembre de 2014)

Este mediodía de 2 de Septiembre he presentado, en Madrid,  con Ignacio Calderón y Eusebio Megias de la FAD un estudio sobre los valores de los jóvenes españoles de 2014. Pero aquí no voy a escribir sobre ese estudio. Los medios ya hablan del estudio, aunque menos, y en menor profundidad, que de los 100 minutos catastróficos del Real Madrid el domingo pasado en Anoeta. ¡No!. Quiero contar una experiencia de hoy mismo en el bar del Hotel Chamartin, sito en la propia estación.

Terminada la presentación del estudio de los jóvenes había quedado con mi editor para conversar de mi próximo libro sobre ETA y el futuro de la reconciliación en Euskadi. Habíamos quedado en el bar del Hotel Chamartin. El barman que me ha reconocido, tras servirme la caña que había pedido, me dice, de sopetón, que hoy era su último día de trabajo. Había nuevos dueños en el Hotel, (que necesitaba más que un repaso) y habían llevado a cabo un ERE al que el barman se había acogido. Tiene 54 años y llevaba trabajando desde los 15 años, luego cerca de cuarenta. Se ha quedado a charlar conmigo. Me ha dicho que le va a costar levantarse sin saber qué hacer. Que es cierto que tiene algunos problemas de salud pero que, o se iba a la calle o aceptaba el ERE (con cuya cuantía económica estaba conforme). Añadía que aun puede vivir quince, veinte o más años. Hasta setenta y más años, me decía. Cuando le apunté que yo tenía 72, me dijo que “yo era importante”, que me había visto en la tele pero él…Él llevaba casi cuarenta años sirviendo cafés…, susurró.

Llegó mi editor y cerramos la conversación como pudimos. Yo estaba afectado. El barman se aferraba a la conversación. Usted me escucha, me dijo. Yo no sabía qué decir.
 
Esta noche, tras presentar el libro sobre los jóvenes y atender a los medios, no se me va el rostro bonachón del barman, la aceptación, ligeramente preocupada, de que mañana por la mañana no sabrá qué hacer de su tiempo. Me dijo que no tenía hijos. Que viviría sus próximos años sin preocupaciones. No me atreví a preguntarle si tenía mujer. Al despedirnos me dijo que, muy probablemente no volveríamos a vernos y nos deseamos buena suerte en la vida. No sé que más decir y escribir…

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