La sociología y la teología en la pastoral de las
Grandes Ciudades
(A propósito de un Congreso en Barcelona, 20-22
mayo 2014)
He pasado tres días intensos
en el Seminario Conciliar de Barcelona reflexionando con otros ponentes,
expertos y asistentes a un Congreso sobre la pastoral en las grandes ciudades.
Un primer día donde partimos de la reflexión desde las ciencias humanas y dos días
(así como gran parte de la tarde del primero) ya adentrados en la reflexión
teológica. He aprendido mucho por la alta calidad de los ponentes teológicos o
pastoralistas así como por las reflexiones del sociólogo Manuel Castells y del
antropólogo Marc Augé, que por una accidente, no pudo asistir pero su ponencia
fue leída por Armand Puig, Decano de la Facultad de Teología de Barcelona, que nos acogió
y estimuló en el Seminario con su eficacia y alta cualidad humana. Pero además
de las ponencias abiertas al público por la mañana, ponentes y expertos, unos
25 trabajamos por la tarde. Hay que señalar la presencia participativa del
Cardenal Sistachs a todas las ponencias y en todas las sesiones de reflexión de
las tardes.
No quiero, ni puedo,
hacer aquí un resumen de lo que se dijo en estos tres días. Se está haciendo
ya, y se hará público en su día, así como la totalidad de las ponencias.
Solamente un par de subrayados y una consideración final, quizás un tanto
desabrida.
Era evidente (basta leer
las ponencias) y más aun en las sesiones de tarde, la fuerza que adoptó la
presencia y perspectivas latinoamericanas frente a la mayoría europea. La
primera con una insistencia particular en la realidad concreta donde se vive la
fe en las grandes ciudades y la segunda acentuando “como” debe ser la pastoral
en las grandes ciudades, a menudo con elevadas construcciones teológico pastorales
que era un gozo intelectual escuchar aunque, al menos a quien suscribe, la han
parecido que apenas habían tenido en cuenta la realidad concreta. Por ejemplo
prácticamente nadie tuvo en cuenta las aportaciones de Castells y Augé del
primer día, pero las citaciones a los documentos de los papas eran constantes.
De ahí el segundo
subrayado para significar el protagonismo que tuvo el Papa Francisco.
Obviamente por parte de los latinoamericanos, especialmente por el bonaerense
Carlos M. Galli pues lo había tenido como compañero en la docencia y como
cardenal en su diócesis, pero también por el conjunto de expertos y
conferenciantes de otras latitudes, básicamente de Europa del Sur.
Personalmente me permití decir que no era bueno el excesivo protagonismo que,
en la iglesia, tiene la figura del papa y que el hecho de que el actual Papa
caiga tan bien entre la población, incluso no creyente, no debe hacernos
olvidar lo que, obviamente a mi modesto juicio de sociólogo de provincias, debe
cambiar radicalmente en la Iglesia. Lo
expresé así al final de mi ponencia y lo repetí en mis intervenciones durantes
las reuniones de las tarde: la necesitad de “pasar en la Iglesia Católica del modelo
piramidal con el papa en el vértice (con un protagonismo desmesurado) al modelo
descentralizado en redes, con diferentes puntos nodales por temas y por zonas,
y todo ello con un núcleo central en torno al papado, aplicando los principios
de unidad, colegialidad y subsidiariedad”. Mi idea tuvo prácticamente nulo eco
e incluso alguno, buen amigo mío, vino a decir que ahora que tenemos un Papa
que quiere descentralizar la
Iglesia , es normal que lo apoyemos, idea que comparto sin
reserva alguna, aunque sigo pensando que me parece excesivo el rastreo de
cualquier frase que Bergoglio haya dicho en su ya larga vida o este diciendo,
como Papa, cada día en Santa Marta.
Una persona me dijo que
temía que la expresión medieval de “Philosophia, ancilla theologiae” (filosofía
sierva de la teología) quizás podría actualizarse en nuestras días con la
expresión “sociología, sierva de la teología” y más concretamente, “sierva de
la teología pastoral”. Es una situación muy frustrante para un sociólogo que,
quiere ser creyente, y que se presenta como tal, cuando, a lo largo de los años
de su labor de científico social, no puede no constatar que de sus trabajos,
cuando algo ha sido retenido, generalmente (que no siempre) lo ha sido para
apoyarse en aquel punto que les sirve, sea para remarcar una opción previamente
adoptada, sea para justificar la que según “su” teología habría de adoptarse.
Todo ello es la hipótesis de que se haya leído el trabajo del científico social,
lo que no es muy frecuente, más allá de algún dato estadístico. Aunque no es
menos cierto, también, que muchos de los escasos científicos sociales que se
dicen creyentes, apenas se asoman a la literatura teológica, perdiendo así la
perspectiva en la que se mueve la rica reflexión teológica de nuestros
días.
Porque realmente lo es.
No quisiera que estos dos subrayados minusvaloraran la gran labor de la
teología y de la alta calidad de lo que escuché en Barcelona. Por eso agradecí
públicamente la invitación que se me hizo a participar en este Congreso (pese a
no ser experto en sociología urbana). Pero, ¿qué quieren que les diga?, yo también
estoy condicionado por mi profesión.
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