lunes, 12 de mayo de 2014

Cicerón: Sobre la vejez. Invitación a su lectura


Cicerón: Sobre la vejez. Invitación a su lectura

(12/05/14)

Estoy leyendo a trompicones el reciente libro de César Antonio Molina, “La caza de los intelectuales” (Destino 2014). A veces me da impresión de ser un libro dictado más que escrito. Salta de una idea a otra sin solución de continuidad y, a menudo, me pregunto a qué viene tal idea tras la anterior. De lo que he leído (cuatro capítulos) me quedo con el primero sobre Cicerón y el que dedica al Nobel polaco Czeslaw Milosz. Me han entrado muchas ganas de leer “El pensamiento cautivo” de este último pero teniendo en casa, y a la vista, el tratado sobre “La Vejez” de Cicerón, lo he leído, con fruición, en dos sentadas. Esta es la referencia exacta del texto que he leído: Cicerón, Sobre la vejez. Traducción, introducción y notas de M. Esperanza Torrego Salcedo. Alianza Editorial, Madrid 2009.

He subrayado algunas ideas (extractos) del libro que he decidido subir a mi blog en la esperanza de que inciten al lector, sobre todo si ya es mayor, a leer el tratado de Cicerón.

“La vejez: todas desean alcanzarla y, una vez que lo han hecho, se quejan de ella. Tan grande es la inconsecuencia y extravagancia de la estupidez humana! (p. 52)

“Permanecen las capacidades en los ancianos si permanecen el interés y la ocupación, y esto no solo en hombres ilustres y que han tenido cargos públicos, sino también en los de vida sencilla y sosegada” (p.63)

“La falta de fuerzas (en la vejez) se produce más a menudo por defectos de juventud que por problemas de vejez, pues una juventud entregada a los placeres, junto a la falta de moderación, entrega a la senectud un cuerpo agotado” (p.67)

“A mi, por mi afición a conversar, también me gustan los banquetes que empiezan temprano, y no solo con personas de mi edad, que van quedando pocas, (….) y tengo mucho que agradecerle a la vejez que me ha aumentado las ganas de conversación y me ha eliminado las de comer y beber. Y si a alguno le agrade esto – pues no quiero que parezca que declaro del todo la guerra al placer, que quizá también tenga una medida acorde con la naturaleza- tampoco creo yo que la vejez esté totalmente alejada de sentir este tipo de placeres. A mi me gusta (….) cuando ocupo la mesa con mis vecinos y prolongamos la cena hasta muy entrada la noche, lo más que podemos en variada charla” (pp. 77-78)

“Por otro lado, ¡menudo valor tiene estar a solas consigo y vivir consigo, como suele decirse, para un alma que ya ha cumplido con el placer, la ambición, las rivalidades, las enemistades y con todas las pasiones!. Y si además tiene un poco de estudio y de ciencia como alimento, no hay nada más agradable que una vejez tranquila” (p. 79)

“Recordad que en toda mi disertación estoy elogiando la vejez que se apoya en los cimientos de la juventud. (….) Es desdichada la vejez que necesita defenderse con discursos. Ni las canas ni las arrugas pueden adquirir autoridad de repente, sino que es la vida anterior vivida con honestidad la que toma los últimos frutos del prestigio” (p.87)

Las últimas diez páginas del (corto) tratado sobre la vejez las consagra Cicerón a la cuestión de la muerte y de la inmortalidad del alma. No es lo más interesante del tratado pero vale la pena recoger dos ideas. 

"¡Pobre anciano el que no vea que hay que despreciar la muerte después de tan larga vida!. No hay que darle importancia alguna, si el espíritu se extingue por completo, o incluso que desearla, si le conduce a uno a otro lugar en el que va existir eternamente: no puede encontrarse una tercera alternativa. Entonces, ¿qué puedo temer, si después de la muerte voy a dejar de ser desgraciado o incluso voy a ser feliz? (pp. 89-90)

Cicerón cree en la inmortalidad del alma, pero no es una creencia firme la suya. Simplemente le parece la más razonable. Esta última citación de la breve conclusión de su tratado lo muestra muy claramente: “la vejez me resulta ligera, no solo nada molesta, sino incluso agradable. Y si me equivoco en esto, en creer que las almas de los muertos son inmortales, me gusta equivocarme, y no quiero que se me saque de este error en el que me deleito mientras vivo; pero si una vez que muera no siento nada, como pretenden algunos filósofos poco importantes, no temo en absoluto que los filósofos muertos se rían de mi” (pp. 99-100)

Un libro delicioso. De traducción límpida que hay que agradecer, así como la introducción, el resumen del tratado y las notas. En ellas se puede leer, entre otras cosas que la vejez que pinta Cicerón, además de ser la de un potentado de su tiempo (aunque sería macabramente asesinado un año después de terminado el libro) es una vejez edulcorada. Ciertamente pero, además de la delicia de leerlo (me repito, ya lo sé pero Cicerón me lo justificaría) hay mucha sabiduría en su contenido. Léanlo. Se me hace bastante más interesante que el tratado de la amistad que está en el mismo volumen. Por cierto cuesta menos de 10 €. ¿Quién dijo que los libros son caros?

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