La corrupción,
¿mal endémico de las democracias avanzadas?
Además de los casos Gurtel, los ERE de Andalucia,
la imputación de la Infanta Cristina ,
por citar tres casos sonados en la
España de hoy, también en Francia (Cahuzac), Gran Bretaña
(parlamentario Mercer), Alemania, Italia (Berlusconi) etc.,etc., la corrupción
está al orden del día. ¿Sería la corrupción la enfermedad de las democracias
avanzadas?. Es la cuestión que aborda la revista Esprit, fundada hace ya más de
sesenta años por Mounier, como tema central en su número de febrero de este
año. Obviamente hay países y sistemas más corruptos que los arriba señalados.
Todas las dictaduras lo son: China, Corea del Norte, los emiratos árabes,
muchos regímenes africanos (Zimbabue con un dictador, Mugabe, desde 1987,
Guinea con Obiang desde 1979 etc.), sin olvidar no pocos latino americanos.
Pero la corrupción va de consuno con la dictadura y, en principio, debiera
estar desterrada de las democracias o, al menos, no tener el alcance y la
magnitud que ha adquiridos estos años.
El editorialista abre el dossier de Esprit
afirmando que “si la corrupción pone actualmente en peligro la democracia
es porque no se tiene ya una visión cíclica de la historia que vería que la
decadencia precede inevitablemente al renacimiento”. Pero sin entrar a discutir
la validez de la visión cíclica, o lineal, de la historia, la primera exige
determinar las causas, motivos, o razones de la decadencia de la democracia
(bajo la forma de corrupción, por ejemplo), así como las exigencia para salir
de ella para lograr un nuevo renacer democrático. Como siempre en estos temas
no hay una única causa de la decadencia, la corrupción, luego tampoco hay un
solo remedio.
En el espacio de esta columna me atrevo a sugerir
un punto de inflexión en la salud democrática de los países occidentales de
democracia avanzada: la desregulación de los mercados financieros en torno al
año 80 del siglo pasado, que todavía, en los tiempos actuales, sigue vigente.
Por ejemplo los que siguen sosteniendo que la mano invisible del mercado, sin
interferencias de ningún tipo, es la mejor solución, si no la única, para el
progreso humano. Para crear más riqueza, algunos pidiendo al estado que,
después, la distribuya mejor mediante ajustes fiscales.
Algunos, como Luis Garicano en “El dilema de
España” sostienen que “bien regulado y con las
instituciones adecuadas, el mercado es la mejor vía para reconciliar la
libertad individual con la necesaria actuación del poder político. El mercado,
cuando funciona como debe, no recompensa a los que más y mejor se arriman al
poder ni a los que tienen amigos mejor situados. Al contrario, permite que
exista una separación nítida entre el poder político, que pone las reglas del
juego, y la sociedad, que desarrolla su actividad sin tener que acercarse al
poder”. Y cita Bill Gates y Steve Jobs en la sociedad americana que, como casos
extremos que son, no pueden servir de paradigma explicativo de nada. Además
sabemos - recuerden la película – documental “Inside Job”- que tal separación
entre la mano invisible del mercado y el poder no es tal.
Tiene razón Gurutz Jáuregui cuando escribe en su
trabajo “Hacia una regeneración democrática” (Catarata 2013, página 74) que “en
contra de lo manifestado por el pensamiento neoliberal, conviene recordar que
la historia no está infaliblemente dirigida por las leyes del mercado. La
historia de las relaciones sociales y económicas resulta mucho más compleja de
lo que se nos quiere hacer creer. El sujeto de la historia no lo constituyen
las relaciones de mercado, sino los seres humanos, individual y colectivamente
considerados”.
Para solventar la actual corrupción, últimamente
ha surgido una palabra mágica: la transparencia. Incluso hay institutos que
miden la transparencia de los países. Volveremos a ellos inmediatamente. Pero,
en el mejor de los casos, por poner un ejemplo simple, lo que se conseguirá es
que quien gane, legalmente, digamos, ocho millones de euros al año, lo declare
en la hacienda pública y tribute en consonancia. Pero, siguiendo con este
ejemplo, la cuestión es anterior: ¿puede hablarse de una democracia éticamente
sana, mientras haya salarios netos personales de cuatro millones de euros al
año, cuando el salario mínimo no llega a los diez mil euros anuales? Habrá que
volver al tema.
Centrándose básicamente en el mundo occidental,
tras comprobar que, según el Índice PCI, los países del Norte serían más
transparentes y los del sur más corruptos, el antropólogo de la Universidad San
Diego de California, Marcel Hénaff, propone que el problema se origina cuando
irrumpe un uso abusivo del don tradicional (en las sociedades del sur) en las
relaciones contractuales del mundo moderno del norte occidental. Los valores de
generosidad y de convivialidad son todavía, en la actualidad, muy fuertes en
Europa del Sur, en comparación con Europa del Norte, donde desde hace tiempo se
han orientado hacia un modelo de sociabilidad regulado por el derecho formal y
contractual y no por la cohesión afectiva. En consecuencia han desarrollado una
cultura de los negocios fundada en una ética estricta y legalista. Así, dirá
Marcel Hénaff, “Europa del Sur, donde culturalmente domina la religión católica
, como la Europa
del Este, de tradición ortodoxa, han mantenida una prioridad a las relaciones
personales y a los compromisos informales (me viene a la cabeza aquello de
“palabra de vasco”). Al entrar en contacto con la ética moderna legalista,
formal y contractual, se corre el riesgo del abuso de las relaciones personales
en la gestión de las finanzas y del poder, llegando a situaciones de compadreo
que, al límite son de compadreo mafioso. En consecuencia una virtud (la cohesión
y sociabilidad personal) se convierte en corrupción, al chocar con la estricta
ética contractual. Lo que muestra, magníficamente el film “El Padrino” de
Francis Ford Coppola.
Pero el antropólogo de
California (bájense por 3€ su artículo en el número de febrero de Esprit) va
más allá al afirmar que pese al Mapamundi de la corrupción que muestra la ONG “Transparency
International”, el norte transparente y el sur corrupto, en los primeros,
especialmente en los EEUU, “el neocapitalismo ha inventado las formas más
agresivas (los lobbys por ejemplo) donde los mercados financieros (como los
productos derivados) han encontrado las técnicas más sofisticadas para generar
ganancias colosales escapando a toda reglamentación y tasación de los
beneficios”. Y los criterios para medir el Índice de Transparencia, añado yo,
es obra de la gentes del Norte de Europa. ¡Ah los bárbaros del norte, que tanto
temían los romanos!
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