Un festín musical y un recuerdo a Claudio Abbado
22 de enero de 2014
Como relato en la entrada anterior el
pasado fin de semana estuve en París. Escuché tres conciertos. Uno muy prosaico, el sábado a la
tarde. de la Orquesta
de Baviera con Janssons a la cabeza con una Patética fría como el témpano, (lo
que también tiene su mérito). No es la primera vez que me pasa con Janssons.
Todo muy ordenado, con fuerza pero sin anima.
El domingo por la mañana uno
absolutamente remarcable del pianista Jean Efflam Bavouzet con una Sonate de
Haydn (HobXVI/20 ), otra de
Beethoven, la «Waldstein y la Sonate Sz 80 de Bartok. Me impresionó esta última, quizás porque la desconocía y según
leí en el programa de mano estaba trufada de música popular. Gran concierto,
con la sala llena y gente joven (25 € la entrada). Pero el plato fuerte del
festín musical de mis 36 horas parisinas me lo ofreció otro concierto superlativo con una extraordinaria Filarmónica de
Viena (¡Dios que cuerda!) que, diría la Guía Michelin , “vaut
le voyage” (merece el desplazamiento). Bajo la dirección de Ricardo Chailly y
con el violín de Christian Tetzlaff, tras el poema sinfónico Finlandia y un
maravilloso concierto para violín del mismo Sibelius, Chailly nos regaló una
sexta de Bruckner que, si bien en los dos primeros movimientos me hizo recordar
(y añorar) a Thielemens, Baremboim, Giulini y claro está Celibidache y Jochum,
nunca, nunca en mi vida, había escuchado los dos últimos movimientos de la
sinfonía, los más flojos, dicen, con la brillantez, musicalidad y dinamismo que
nos ofreció Chailly. El Teatro de los Campos Eliseos (avenue Montaigne) se
caía. Ovaciones sin final hasta que los filarmónicos deciden darse la mano y
abandonar la escena.
Quiero añadir aquí mi emoción al enterarme,
al llegar a la estación de Hendaya por boca de mi mujer, de la muerte de
Abbado. Todavía hoy cuando quiero escuchar la segunda sinfonía de Bramhs saco
el vinilo de Abbado con la orquesta sinfónica de Londres. Nadie, a mi juicio le
ha superado. Abbado era un exquisito de izquierdas. Nunca demostrativo (el anti
Maazel) pero tampoco frío, como puede serlo su gran amigo y también de
izquierdas, el pianista Maurizio Pollini. Mil gracias maestro, aunque dicen que
no le gustaba que le llamaran así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario