miércoles, 22 de enero de 2014

Todas las leyes son históricas. Muchas injustas.


Todas las leyes son históricas. Muchas injustas.

22 de enero de 2014
 

Ferdinand von Schirach acaba de publicar un pequeño gran libro, “El caso Collini” (Salamandra, 2013, 159 paginas 15 €, en Ebook 9,50), un relato más que una novela cuya lectura recomiendo vivamente. Ferdinand es nieto de Baldur von Schirach, quien fuera líder de las juventudes hitlerianas y Gobernador del Reich en Viena hasta el final de la guerra. Se declaró arrepentido en el juicio de Nuremberg. Estuvo 20 años en la prisión de Spandau.

Collini, en la ficción del relato de von Schirad, es un italiano que hizo su vida en Alemania y, recién jubilado, asesina a un magnate alemán Hans Meyer, en una suite del gran hotel Adlon de Berlin. Desde la recepción del hotel, él mismo hace que se llame a la policía, reconoce haber matado al magnate, pero no indica el motivo del crimen. Como Collini no quiere defenderse, el juez instructor nombra un abogado defensor de oficio, Castor Leinen, un recién licenciado en Derecho. La acusación particular la lleva a cabo un reputado abogado, profesor de universidad, Mattinger de quien Leinen había sido alumno. Alumno aventajado. Se aprecian mutuamente, durante todo el largo proceso del juicio se encuentran a menudo, aunque, obviamente están en posiciones distintas en el juicio.

Todo hace pensar que Collini será condenado a cadena perpetua pero flota la incógnita del motivo del crimen. Así, a última hora, Leinen saca una baraja bajo la manga que hace tambalear lo que, hasta ese momento, era evidente. Al término de esa sesión del juicio tiene lugar este diálogo.
 

-        “Muy bien, dice Mattinger, así es como se ganan los juicios. Posiblemente en este momento sea usted el abogado más solicitado de la República. Pero, mi querido Leinen, a pesar de todo no tiene razón. —El viejo abogado dio una chupada al cigarro y expulsó el humo—. Los jueces no pueden fallar en virtud de lo que parece políticamente correcto en el momento. Si Meyer obró bien en su día, hoy no podemos reprochárselo.

-        “Creo que se equivoca —repuso Leinen al cabo de un rato—. Lo que hizo Meyer fue cruel desde un punto de vista objetivo. El hecho de que jueces de los años cincuenta y sesenta quizá hubieran dictado sentencia a su favor nada cambia. Y si hoy en día no lo hicieran, sólo podría significar que hemos progresado.

-        “Justo a eso me refiero, Leinen: al espíritu de la época. Yo confío en las leyes; y usted, en la sociedad. Ya veremos quién tiene razón al final. —Mattinger sonrió—. En cualquier caso, ahora me voy de vacaciones, este proceso ya no me hace la menor gracia”.

 
Leí el libro de una sentada. Lo comencé a la tarde noche del 1º de enero, un tanto embotado por las comilonas. Pero no lo deje hasta pasadas las tres de la mañana y después me costó dormirme. No por las comilonas que ya se habían escapado. Era el libro y eso que el libro es ágil. Corto. Se lee como una novela policíaca. Los personajes bien trazados hasta que se comienza a adivina el pastel, ya muy avanzado el relato. Y el relato se convierte en reflexión insoslayable y de gran actualidad en nuestros días. No voy a dar mas pistas para no arrumbar el placer de su lectura a quien, animado por este comentario, decida leer el libro.

¿Qué debe primar en el juicio de un acto criminal- los asesinatos de ETA- la ley imperante cuando se juzgan esos actos, o la ley modificada cuando la sociedad- el espíritu de la época- los juzga diferentemente, instaurando la doctrina Parot, que después tumbó el Tribunal Europeo de Derechos Humanos?. ¿Qué prima, la ley o la sociedad?. ¿Quien tiene razón Mattinger, acusador del asesino convicto y confeso, o Leinen su defensor?

Tras reflexión mi posición sería esta. La ley es histórica. Todas las leyes son históricas y son fruto de la reflexión humana que no siempre ha juzgada de la misma manera los mismos hechos. Hay ejemplos por doquier y de extrema importancia y gravedad para que no haya duda alguna al respecto. He aquí algunos ejemplos. La esclavitud ha sido legal hasta hace apenas dos siglos en la cultura occidental. Más que probablemente la esclavitud, el derecho del amo sobre la vida, cuerpo, hacienda y familia del esclavo, conforma la más  prolongada violación legal a la que haya asistido la especie humana. Parte de la especie humana, obviamente.

¿Es preciso recordar que disfrutar sexualmente de mancebos era algo magnificado en la Grecia y en la Roma clásicas y en la actualidad es perseguidos en penas de cárcel que según los países, pueden conllevar años y años de prisión cuando no cadena perpetua?. Lo mismo cabría decir de la homosexualidad que entre nosotros no se ha normalizado que hace unos pocos años mientras en Rusia todavía conlleva penas de cárcel.

Veamos el caso de la tortura para la obtención de información o como medio de castigo. Podemos empezar con los regímenes políticos, más o menos totalitarios o democráticos. Recuérdese Guantánamo y tantas y tantas cárceles donde mantienen a presos, legalmente condenados con los leyes imperantes en esa sociedad concreta, en condiciones monstruosas, años y años. De mi archivo saco un texto de “Le Monde” de 2002, referido a Francia, titulado “el horror penitenciario”. Después los Informes hablan de “humillación para la República”, “trato inhumano y degradante”, “un lugar repugnante”. “Violación grave de DDHH”, afirmaba el Controlador General de Prisiones francés el pasado mes de diciembre. En España detenidos etarras han estado, o están, más de 20 años clasificados en régimen cerrado de primer grado. El más duro que permite la ley. Algunos, más de 25 años. ¿Cómo calificarlo?. Inhumano, como poco. Monstruosa es la expresión que utilizó, en conversación conmigo, un muy alto representante de la Justicia en el País Vasco, cuando un director de prisiones, a su requerimiento, le señaló que la etarra Inés del Río había cumplido los 26 años que paso en prisión en el régimen carceral más duro, el denominado como el primer grado de la situación carcelaria.

Este fin de semana he estado en Paris en una de mis escapadas a librerías y conciertos. En mis librerías parisinas salí, por esta vez, ligero de peso. (Una de mis favoritas es la “Librairie Compagnie” está en el nº 58 de la rue des Ecoles, a cincuenta metros del Boulevard Saint Michel. Es una librería donde hay libreros y en la planta baja tienen, al día, una amplia selección de las principales revistas que se editan en Francia sobre los temas de mi interés. Solamente por esta sección me merece el viaje a Paris pues me pongo al día en un par de horas, hojeando lo último que han publicado. Por cierto, justo en frente de la librería, está la Brassesie Balzar donde se come muy dignamente sin arruinarse. El vino del momento por copas vale la pena, si sabe moderarse. Aunque siempre puede pedir una segunda copa…)

Llegue a París el sábado 18, ya la tarde avanzada, y me volví en el tren de la mañana, el lunes 20. Apenas tuve tiempo para los libros. Así y todo entre los libros que compré hay dos que tienen que ver con el tema del que hablo en esta entrada del blog. De Primo Levi “La zone grise”. Entretien avec Anna Bravo et Federica Cereja. Collection « Manuels » Payot 156 pp. 2014, 16 €, es una reedición de una entrevista de Primo Levi con los dos historiadores, Bravo y Cereja, publicda el año 1983. El titulo del libro refleja esa “zona gris” de la clase hibrida en los campos de concentración, entre maestros y esclavos, esto es, los presos que se hacen funcionarios y que son los que, en definitiva, logran que funcione un campo de concentración. Hanna Arendt ya habla de los judíos que hacen de funcionarios para delatar a otros judios y enviarlos a los campos de concentración. También Höess el responsable de Auschwitz se refieren (con durísimas expresiones a ellos). Lo que he leído del libro de Levi pone los pelos de punto. Como los pone el otro libro, este mas corto y que leí en gran parte en tren de vuelta de Mikhaïl Khodorkovski, “Un prisonnier russe”, Editions Steinkis, 108 p., 10 €. Khodorkovski, es el multimillonario ruso, con pretensiones políticas, que Putin ha mantenido en prisión en 2003 hasta que lo liberó el mes pasado, poniéndole en un avión en Viena, creo recordar, como prueba de no sé bien qué olimpiadas que organiza el dictador ruso. El libro tiene el enorme interés de relatar desde dentro, no la vida de Khodorkovski (conocida entre otras razones pues fue adoptado por Amnesty International, sino la de una serie de personas, presos y vigilantes que conoció en sus duros años de cárcel y las relaciones que mantenían con la injusticia institucionalizada del régimen judicial y penitenciario ruso. Créanme se le encoje a uno el corazón leyendo estos breves relatos de la Rusia de hoy.

Sí, rotundamente sí: las leyes son históricas y responden a sociedades y épocas determinadas. Y si, hoy, la condena a galeras de los romanos nos parece una monstruosidad, la situación en las cárceles de muchos penados confío que las generaciones venideras lo vean como otra monstruosidad, y le pongan remedio. Porque en la hora actual, se mira a otro lado. ¿A quien le importa, hoy, la situación de las cárceles y la reinserción social de los penados?.¿Quien se acuerda hoy en España del artículo 25-2 de la Constitución?. Me jode tener que decir estas cosas pues, como poco, a uno le tachan de equidistante pero hay que recordar, una y mil veces, que los Derechos Humanos son universales y toda persona, precisamente por su condición de persona, tiene unos derechos inalienables. Que no se cumplen en muchas cárceles. Vean, por favor, el Informe Internacional sobre las cárceles en http://www.oip.org/

Cerraba mi columna de El Diario Vasco del sábado 18 pasado con esta pregunta: ¿Cual es, a su juicio, la “pena justa” para un asesinato por intencionalidad política, digamos, por poner un poco de distancia emocional, el asesinato del primer ministro italiano Aldo Moro por las Brigadas Rojas el año 1978?: ¿15 años?, ¿20?, ¿25?, ¿Cadena perpetua?, ¿Pena de muerte?.
 
 Aquí quiero añadir que, muy probablemente, Mario Moretti uno de los fundadores de las Brigadas Rojas, responsable de su Comité directivo hasta su detención el año 1981 es el presumible ejecutor material de Aldo Moro tras haber dirigido su captura y haberlo tenido secuestrado 55 días. El libro “Brigadas Rojas” (Ed. Akal 2002), larga entrevista a Moretti, cuando aún seguía en la cárcel, de las periodistas Carla Mosca y Rossana Rossanda me pareció cuando lo leí apenas en librerías, un libro de obligado conocimiento para quien quiera conocer, desde dentro, la lógica terrorista. En diciembre de 1997, ya las Brigadas Rojas desaparecidas, Moretti, tras 16 años de cárcel, se acogió a la prisión abierta y, el año 2003 era responsable, en libertad, de una ONG para la reinserción de detenidos. Después no le he seguido la pista.
 

Termino este tema trasladando otro diálogo de Ferdinand von Schirach entresacado de su libro, “El caso Collini”.

 
-        Leinen (el abogado defensor) dice: “Hans Meyer era un hombre de lo más decente. No sé por qué nadie querría matarlo.

-        Con que un hombre decente. —Mattinger (el acusador particular) desvió la mirada—. De ésos no hay muchos. Tengo sesenta y cuatro años y en toda mi vida sólo he reconocido a dos hombres decentes: uno murió hace diez años y el otro es monje en un monasterio francés. Créame, Leinen, Las personas no son blancas o negras… Son grises.

-        Suena a cita de calendario

-        Mattinger se echo a reír y le contestó: Cuando uno se hace mayor, las citas de calendario son cada vez más ciertas.

 

Lean el libro. Vale la pena

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