Este
texto publicado el día de hoy, en el diario “El País” es de los pocos que, en
la actualidad, además de hacer un análisis de la situación política en Euskadi,
tras la renuncia de ETA a la lucha armada, sugiere y propone una salida a la
misma. Lo saludo con el respeto que siempre he mantenido con la figura y las
propuestas de Jesús Loza, un hombre del PSOE (sin que el genitivo pretenda ser
posesivo) que ha buscado, sin desmayo, el bien Euskadi. Siempre sus planteamientos me han
hecho pensar, siempre me han ayudado. Incluso, cuando en algún punto periférico,
he disentido de él, también me ha ayudado. El texto que hoy subo a este blog
creo que merece lectura atenta. Añado que estoy plenamente de acuerdo con su
propuesta. Aquí abajo su texto integro
Convivencia por presos
Hay que
ofrecer un plan de reinserción combinado con la definitiva desaparición de ETA
El final de la actividad armada de ETA sin la
disolución de la organización nos plantea dos cuestiones íntimamente
relacionadas: su desaparición definitiva y la construcción de una convivencia
en el País Vasco basada en el respeto a los derechos humanos y sustentada en
los principios y valores del Estado de derecho. Estoy sinceramente convencido
de que ETA no se disolverá sin un horizonte para sus presos y huidos. Y también
de que no será posible la convivencia en Euskadi en paz y libertad sin su
definitiva desaparición.
Y nos encontramos en estos momentos en una
situación de parálisis en el camino hacia la consecución de los dos objetivos
antes enunciados. ETA no se disolverá sin un horizonte para sus presos, y el
Gobierno de Mariano Rajoy responde que no hará ningún movimiento en esta
materia hasta la definitiva disolución de la banda, llegando incluso a
paralizar las actuaciones de la denominada vía Nanclares. Aquella que
contempla la reinserción de los presos de ETA que hubieran abandonado la banda,
reconocido su responsabilidad en el daño causado e iniciado la reparación a sus
víctimas.
Y ante esta situación de aparente callejón sin
salida considero necesario aportar algún elemento que pudiera ayudar a
desbloquear la situación partiendo de lo que hasta hace unos meses constituía
la fórmula de solución por la que han apostado todos los Gobiernos de la
democracia española: el “paz por presos”. El antecedente del final de ETApm,
las previsiones del Pacto de Ajuria-Enea y las actuaciones llevadas a cabo en
las treguas de 1998 y 2006 así lo ponen de manifiesto. Ahora bien, esta frase
se basaba en la existencia de una organización armada no derrotada y se
aplicaba con la intención del cese de su actividad, lo que llevaría a su
definitiva desaparición. Algo que ocurrió con ETApm.
ETA es ahora una organización
policialmente derrotada y políticamente dependiente de Sortu
Lo que ha cambiado en estos momentos es que ETA es una
organización policialmente derrotada y políticamente dependiente de una
eventual nueva ilegalización de Sortu si volviera a reiniciar su actividad
terrorista. Con el riesgo añadido de forzar, en ese caso, un divorcio entre los
dos brazos del denominado MLNV. Es decir, nos encontramos ante una doble
derrota.
Los presos. Históricamente ETA
nunca se ha preocupado de sus presos. Los ha utilizado en plan victimista para
denunciar “la maldad del enemigo” confiando en que su puesta en libertad era
algo conseguido de antemano en cualquier proceso de negociación. Su objetivo no
era el “paz por presos” que se le ofrecía y que consideraba una trampa, ya que
pretendía arrancar concesiones políticas a sus interlocutores, pero estaba
segura de que el proceso de negociación contemplaría una salida más o menos
rápida de sus presos y una vuelta a casa a la misma velocidad de los huidos.
Pero los tiempos han cambiado. ETA es consciente de
su debilidad orgánica y política como decía anteriormente y de que el “paz por
compromisos políticos” es imposible y trata de aferrarse a la segunda parte de
la ecuación, la que siempre había considerado como una trampa: el “paz por
presos”. Piensa que de conseguirlo a través de una negociación, o al menos
diálogo, con los Gobiernos de España y Francia podría, al menos, camuflar su
derrota y venderla a su mundo y por su mundo como una victoria. Sin ser
consciente de que no puede imponer nada a quienes la han derrotado, de que
negociar de tú a tú con los Gobiernos de España y Francia es una ensoñación
fruto de su alejamiento de la realidad, de su vida en una burbuja.
Ningún Estado negociaría la paz con una
organización a la que ha derrotado. Nada se les debe, son ellos los que deben
mucho a la sociedad vasca y al conjunto de la sociedad española. Unas
sociedades que, por cierto, dan este asunto por concluido. Algo comprensible
fuera del País Vasco, pero no dentro, ya que el fanatismo, el odio y la
subcultura de la violencia ligados al famoso conflicto permanecen arraigados en
una parte minoritaria, pero importante de la sociedad vasca.
Podemos concluir que nadie parece dispuesto a mover
su posición. El Gobierno tiene sólidas razones para no hacerlo y ETA un “sólido
aislamiento” que le dificulta conocer y reconocer la realidad. No creo que crea
ya ni a Sortu, a quienes ve como “los que pisan moqueta”, más preocupados por
su futuro electoral que por la resolución del denominado conflicto y de “sus
consecuencias”, o sea, los presos y huidos. La ciudadanía ha relegado la
importancia de este asunto a los últimos lugares de su preocupación.
La convivencia. La convivencia en
cualquier democracia se basa en dos grandes elementos: el respeto de los
derechos humanos y la aceptación de los principios y valores del Estado de
derecho. Y ambos elementos están claramente recogidos en la declaración de la
ponencia de paz y convivencia del Parlamento vasco de julio pasado, así como en
el documento aprobado por el Consejo del Plan de Convivencia en septiembre de
2012.
A mi juicio, tendríamos que modificar el sentido de
la frase “paz por presos”, sustituyéndola por “convivencia por presos” o, si se
prefiere, “presos por convivencia”. Habría que combinar así la definitiva
desaparición de ETA con la puesta en marcha de un camino, de un itinerario de
reinserción de sus presos y huidos que facilitara la convivencia. Un camino que
tendría que basarse en la aceptación por parte del conjunto del denominado MLNV
de ambos elementos: derechos humanos y Estado de derecho. Una aceptación que
afirmara de forma nítida la ilegitimidad de la violencia para conseguir
objetivos políticos, que aceptara la pluralidad de la sociedad vasca y que, por
supuesto, reconociera su responsabilidad en el daño causado y aceptara
repararlo. Y, a mi juicio, el lugar idóneo para construir ese camino sería el
Parlamento vasco a través del diálogo discreto de los grupos parlamentarios.
Una vez conseguido el acuerdo habría que
trasladarlo tanto a ETA como al Gobierno de Mariano Rajoy y socializarlo en la
sociedad vasca. Reconozco que no es fácil, pero de otra forma podemos vernos
abocados al mantenimiento del fanatismo y del odio en una parte significativa
de la sociedad vasca, constituyendo un rescoldo que pudiera ser el germen de
una nueva etapa de violencia política.
Jesús Loza Aguirre
ha sido comisionado del lehendakari para la Convivencia en el
Gobierno vasco de Patxi López.
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