Tras la lectura de “Un
gesto que hizo sonar el silencio” de Ana Rosa Gómez Moral
(edita Gesto por la Paz. 2013)
He leído, con detalle y,
en muchos momentos, emoción, el texto de Ana Rosa. Lo he leído en Kindle,
subrayándolo. Me salen once páginas de subrayados en simple espacio. Merece un
comentario más largo que el que aquí voy a dar. Podría llenar páginas y páginas
de comentarios. Me limito a unas pocas pinceladas
Es obvio mi acuerdo con
la línea argumental de Ana Rosa como lo ha sido con Gesto. He colaborado con
Gesto participando en no pocas concentraciones, con algunos artículos en Bake
Hitza y también con algunas conferencias. Siempre he dicho que es la
organización no política con cuya política (valga la redundancia) en el
contencioso vasco, me he sentido más próximo. La lectura del libro de Ana Rosa,
además de confirmarme en mis ideas, me ha recordado vivencias muy profundas
–algunas dolorosas- lo que no me ha impedido disfrutar en la lectura de un
libro de soberbia factura redaccional con unas superlativas citas de autores.
Mi máxima coincidencia
con Ana Rosa y con Gesto es su rechazo a toda manifestación de violencia
ilegítima, venga de donde venga, incluso cuando el muerto es un terrorista
manipulando una bomba que, ciertamente es lo que más costó que entendiera la
ciudadanía. Junto a ello, si es posible separarlo, una apuesta radical por la
paz. De ahí que Ana Rosa termine su libro con el interrogante de ¿Por qué no la
paz?.
Ana Rosa escribe, ya
avanzado el texto (como leo en Kindle no puedo poner la página) que “la firma del Pacto de Lizarra había dividido profundamente a los
partidos políticos en dos bloques, cuya frontera de separación ya no era, como
en tiempos del Pacto de Ajuria Enea, la de democráticos y violentos, sino la de
nacionalistas vascos y no nacionalistas o nacionalistas españoles. Esa división
se plasmó materialmente en la manifestación de repulsa por el asesinato de
Fernando Buesa y Jorge Díez. En la cabecera, iban el Lehendakari de entonces,
Juan José Ibarretxe, y todos los representantes de partidos nacionalistas
vascos y, por detrás, las familias de las víctimas, acompañadas por los
representantes del resto de partidos. Cada bloque tenía su pancarta y sus
consignas, muchas de ellas de calado político. Por lo menos para quienes
integrábamos Gesto por la Paz ,
resultó, sin lugar a dudas, la manifestación más triste en contra de un acto
terrorista que se puede recordar en el País Vasco”.
Ese es uno de los puntos de coincidencia
con Ana Rosa (no el más importante y primigenio que ya he expresado en otro
párrafo anterior) y que, además coincide, como ella misma señala con el declive
de de aceptación social de Gesto. Escribe Ana Rosa “A partir de entonces y
hasta su final, se inició el largo desolato de Gesto por la Paz. Más que en sus
orígenes, esa fue la verdadera travesía en solitario de su historia. El filtro
de los acontecimientos fue reduciendo la adhesión activa a su mensaje hasta
quedar en manos de muy pocos que, no obstante, seguimos sosteniéndolo hasta el
final, porque creíamos seriamente en su inconmensurable valor para el devenir
de nuestra sociedad”.
La historia de Gesto, en efecto coincide
en sus momentos álgidos, en el “alegro” como escribe Ana Rosa” durante la
vigencia de Pacto de Ajuria Enea y sus momentos de “adagio” con el fin del
pacto de Ajuria Enea. Entonces la fractura del País Vasco se desplaza del de “
demócratas frente a violentos” al de “nacionalistas vascos frente a no
nacionalistas o nacionalistas españoles”. Así sucede con el advenimiento del
Pacto de Lizarra (propugnando una solución dejando a un lado a los no
nacionalistas, como señalé en un artículo crítico en El Correo a los tres o cuatro
días de presentado el Pacto) y con los movimientos Basta Ya, Foro de la
libertad, El Foro de Ermua etc., alguno de los cuales pretendieron mi adhesión
a lo que me negué arguyendo que no aceptaba que nacionalismo equivalía a
terrorismo, aunque siempre estuve en contra del terrorismo. Siempre.
Quiero recordar del libro la evocación
de Ana Rosa del lanzamiento del lazo azul que “se posó en las solapas de
miles y miles de personas que quisieron unir el deseo de su propia libertad al
de la libertad de Julio Iglesias Zamora. El lazo azul supuso el ascenso de un
escalón más en el compromiso personal de cada uno. Ya no se trataba de diluir
nuestra presencia en una gran manifestación, ni siquiera en cualquier
concentración de Gesto, sino de portar, permanente y visiblemente, la pancarta
de la libertad sobre nuestro propio cuerpo”.
Aunque con el secuestro de Aldaia, continua Ana Rosa, “el lazo azul y
las concentraciones que se convocaron todos los lunes fueron objeto de tal
hostigamiento que la campaña exigió un auténtico doctorado en pacifismo y unas
altas dosis de coraje cívico para poder mantenerse en esa calle de la que (las
gentes de la izquierda abertzale) nos querían hacer desaparecer”.
¡Como olvidar aquellas concentraciones,
los de Gesto en silencio, y en frente, con una Ertzaintza meramente notarial,
como definió su actuación en aquellas concentraciones un amigo mío
nacionalista, cuando nos gritaban a voz en grito, a un palmo de nuestra
narices, aquello de ‘los asesinos llevan lazo azul’, ‘hoy, tú de negro; mañana,
tu familia’, ‘zuek ere txakurrak zarete’
y sobretodo el terrorífico ‘ETA, mátalos’ sin que todavía se hayan desdicho
y, sobretodo no hayan pedido perdón a la ciudadanía vasca por haber ensuciado
de este modo la historia y la convivencia de este pueblo.
¡Cómo no recordar que asociaciones
judiciales que ponían pegas para grabar a los energúmenos que las tardes de los
viernes – o ¿eran sábados?- desfilaban por el boulevard donostiarra, ufanos,
orgullosos de gritar ¡gora ERA militarra! y toda la retahíla de eslóganes que
en el párrafo de arribo reproduzco!. Aquello sí que era apología del terrorismo
y con cuantos tiquismiquis se movía entonces la fiscalía y la judicatura,
mientras ahora ponen la lupa, ya ETA militarmente derrotada, en cualquier frase
de un chaval, al fin acojonado.
¡Como olvidar la portada de Egin al día
siguiente de la liberación por la Guardia
Civil (a quien tanto debe agradecer el pueblo vasco su lucha
contra el terrorismo de ETA, pero que tiene que tener el coraje de reconocer
sus torturas y, ellos también, pedir perdón) como olvidar, decía, la portada de
Egin de aquel día, ya José Antonio Ortega Lara libre de 532 días encerrado en
un “zulo”, portada que decía “Y Ortega Lara volvió a la cárcel”!. ¡Es verdad
que la inhumanidad no tiene limites!. Esa frase de EGIN, es un reflejo, un
ejemplos de los tantos, de lo que “uno de nosotros”, “muchos de los nuestros”
hicieron y dijeron, precisamente en nuestro nombre, pretendidamente para
liberarnos.
ETA y su mundo han escrito la página más
negra de la historia del Pueblo Vasco. Y siguen sin reconocerlo. ¿Que digo?.
Incluso ahora muchos de aquellos se quieren presentar como pacificadores del
pueblo. Desgraciadamente para ellos, la historia no se puede borrar. Se puede
pretender cambiar la memoria (Ricoeur ha escrito textos soberbios sobre la
memoria y sus abusos), se puede construir un relato para “los suyos” pero, al
final, la historia se impone, siempre, y el relato construido “entre los suyos”,
por mucho que quieran airearlo, quedara solamente para “los suyos”, y como no
la confronten con la verdad, perseguirá a sus hijos, sus nietos y todos sus
descendientes sin que sus nombres desaparezcan en la memoria de la Historia. Lo que
aflora ya, a poco que se escrute, en los dramas que se alojan en la recámara de la
memoria y que, ningún pensamiento, por mucho tiempo que pase, podrá borrar.
Tampoco las amnesias. Ni las amnistías. Es la estela de las Euménides de
Esquilo que actualiza Jonathan Littell en su extraordinaria novela “Les
bienveillantes”, que tan poco eco ha tenido entre nosotros.
Quiero agradecer a Ana Rosa este libro que nos permite ver, lo que era Gesto desde dentro: sus ilusiones, su modo de trabajar, sus miedos, inquebrantable independencia política, aunque sospecho que, entre sus miembros, había más de una afinidad política que de otra, lo que valoriza aún más su independencia como Gesto.
Entiendo que Gesto esté contento con lo
logrado, aunque tenga mis reparos al “Lortu dugu”. Se ha logrado gracias a
muchos esfuerzos de mucha gente y, en primera fila está Gesto, que ETA deje de
matar, que no es poco. Pero todavía hay gente con escolta, aun quedan
terroristas sueltos que no han rendido cuentas a la justicia, todavía no hay
acercamiento de presos, hay torturadores paseándose por la calle, sin haber
sido juzgados o sancionados con penas ridículas… Cuando el pasado 1º de julio
despedíamos en la Plaza
Circular de Bilbao a Gesto me decía que el trabajo ahora es
de lo que yo llamo reconciliación, otros encuentro (o reencuentro),
pacificación, convivencia…
Habría mucho más que escribir sobre Gesto
y sobre el libro. Gracias por todo lo logrado a Gesto por la Paz. Gracias por su
gran libro a Ana Rosa Gómez Moral.
Javier Elzo
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