Josep Piqué: “Cambio de era: Un mundo en
movimiento: de Norte a Sur y de Oeste a Este” Ediciones Planeta Deusto. 2013
Esta tarde dominical me
he bajado en Kindle el último libro de Josep Piqué: “Cambio de era: Un mundo en
movimiento: de Norte a Sur y de Oeste a Este” (Ediciones Deusto. 2013. 207
páginas). Como es mi costumbre con los ensayos me he leído, de entrada, la
introducción y la conclusión. Siendo ambas demasiados breves me he leído
también el anteúltimo capítulo, el XVII, uno de los más largos, si no el más
largo, titulado “Unos comentarios últimos sobre España”. Creo que aquí se habrá
acabado la lectura de este libro, de interés muy relativo pues lo que dice es
bastante obvio en un hombre de la derecha moderada. Además en sus artículos de
prensa ya le había leído lo que desarrolla algo más en extenso (poco más, y con
escasa profundidad) en el libro. Esperaba más de este libro. Nada que ver con los que tengo entre manos como el de
Alain Touraine. « La
fin des sociétés » Seuil 2013 (del que ni he terminado su introducción) y el de Christhopher Clark "Les Somnabules. Été 1914: Comment l´Europe a marché vers la guerre". Flammarion 2013 (traducido del inglés "The Sleepwalkers..." Ed. Alan Lane 2012), que estoy literalmente devorando cuando saco tiempo.
Para que se hagan una
idea de los planteamientos de Piqué traslado abajo algunas afirmaciones de su libro.
Todas excepto la primera (de la introducción) y la última (del brevísimo
capitulo de consideraciones finales) provienen del anteúltimo capitulo sobre España
xxxxx
“La tesis de este libro
es precisamente ésta: de manera a veces poco perceptible, nuestro mundo, en
virtud de grandes transformaciones de fondo, algunas de ellas absolutamente
vertiginosas, está entrando en una nueva era que, de forma muy simplificada,
diríamos que se refleja en un claro desplazamiento del eje de gravedad del
planeta desde el norte hacia el sur y desde Occidente a Oriente”.
“Tradicionalmente, tanto
en tiempos de crisis como en tiempos de bonanza, España sufre una tasa de
desempleo que duplica o triplica la de nuestros vecinos desarrollados. Además,
la tasa de desempleo juvenil se acerca peligrosamente al 60 por ciento. Insufrible.
También es cierto que, durante los años de bonanza, España acogió a varios
millones de inmigrantes que venían en busca de trabajo y de un creciente estado
del bienestar y que lo encontraron. A pesar de eso, la tasa de desempleo en
España nunca bajó del 9 por ciento, con unos dos millones de personas
teóricamente desempleadas, pero que no se las encontraba luego en el mercado de
trabajo. Por consiguiente, parece innegable que existe un problema
institucional. Primero, porque buena parte de esos teóricos desempleados, en
realidad, están en la economía sumergida. Y segundo, aunque aceptemos ese
hecho, porque parece también innegable que algo debe funcionar mal en nuestro
mercado de trabajo, cuando el paro se dispara en tiempos de crisis a velocidades
mucho mayores que en la mayoría de los países de nuestro entorno. Seguramente
tiene mucho que ver la legislación laboral”.
“Hay que abordar cómo
podemos facilitar la contratación, vía contratos no duales (el famoso contrato
único, con indemnización asociada a la antigüedad) o vía contratos que permitan
salarios por debajo del Salario Mínimo Interprofesional o, desvinculando
salarios a la evolución del Índice de Precios al Consumo. Y muchas cosas más.
Porque la magnitud de la tragedia no se combate sólo dejando pasar el tiempo”.
“Hay quien argumenta que
el Gobierno de Rajoy es socialdemócrata. Bien. No lo comparto en esos términos.
Lo que no es, con toda seguridad, es liberal”.
“El riesgo que corre
España es, precisamente, el de su eventual «italianización» de su escenario
político”.
“Eso liga con la
necesaria adaptación de nuestros partidos políticos. Unos partidos que venían
de la prohibición y de la clandestinidad, durante la Dictadura franquista. Y
que los «constituyentes» pensaron, con razón, que convenía consolidar y
fortalecer. Para ello, les dotaron de palancas de poder muy relevantes,
construyendo en la práctica un sistema parlamentario «viciado» por el poder de
los partidos sobre el poder legislativo y sobre el poder judicial, a través de la
supremacía del poder ejecutivo, dominado por un sistema de partidos muy
jerarquizado, de forma que en su cúpula se concentra buena parte del poder
sobre el conjunto de las instituciones del Estado de Derecho”.
Además, se hizo una ley
electoral que reforzaba enormemente el poder de los «aparatos» de los partidos,
a través de listas cerradas y bloqueadas y de grandes circunscripciones que, a
la hora de la verdad, rompen el vínculo entre representantes y representados y
lo sustituyen por algo perverso: los representantes se deben a quienes los
eligen, que no son los electores, sino las cúpulas de los respectivos partidos.
No es extraño que eso aleje vocaciones genuinas de servicio público y que se
haya ido generalizando la mediocridad, basada en la obediencia acrítica”.
Tenemos que apostar en “términos
de riqueza, prosperidad, igualdad y libertad. Valores que Occidente ha tenido
como bandera, desde la
Revolución francesa y que ha sabido plasmar en la Declaración Universal
de los Derechos del Hombre, de la Organización de Naciones Unidas”.
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