miércoles, 25 de septiembre de 2013

Elina Makropulos: "femme éternelle"


Elina Makropulos: "femme éternelle"

 

No quería perderme la ópera “Vec Makropulos” (El asunto Makropulos) del checo Leos Janacek. No pude asistir cuando la dieron en Madrid. En el Real de Mortier, claro está. Estaba en lugar preferente en mi agenda cultural de este curso 2013-2014,. Y viajé a París. A la vuelta puedo decir, como la Guía Michelín”, “vaut le voyage”. ¡Vaya que si!.

El argumento es rocambolesco, a caballo entre la realidad y la ficción, como a menudo en Janacek. No es por nada que Murakami en 1Q84 hace constantemente mención a su Sinfonieta. Si la tienen en mente, particularmente la fanfarria inicial, reconocerán ya en el preludio inicial del Makropulos, el sonido musical de Janacek.

Del argumento me limito a decir (consulten Internet para el detalle) que se mezcla una historia de pleitos con la figura de la actriz-soprano central de la ópera que, se descubre en el tercer acto, tiene 337 años de edad, gracias a un elixir que preparó su padre. Hay muchos elixires en las óperas. Cedo la palabra a Milan Kundera.

“Pienso en la última década de su vida (de Janacek): su país independiente, su música al fin aplaudida, él mismo querido por una chica joven; sus obras son cada vez más audaces, libres, alegres. Vejez picasiana. El verano de 1928 (Vec Makropulos, se estrena en diciembre de 1826), su adorada chica acompañada de su hijo viene a verle en su pequeña casa de campaña. El niño se pierde en el bosque. El sale en su búsqueda. Corre a izquierda y derecha. Entre frío y calor coge una neumonía. Le llevan a un hospital y muere a los pocos días. Ella está allí, con él. Desde que tengo catorce años oigo chismorrear que murió haciendo el amor en su cama del hospital. Muy poco verosímil pero, como le gustaba decir a Hemingway, mas cierto que la verdad. ¿Qué otra coronación para esa euforia desencadenada que fue su edad tardía?”
(Milan Kundera en “Le Mal-aimé de la familla”, en el Programa de Mano de “L´Affaire Makropoulos” de Janacek en septiembre de 2013, de la Ópera de París. Traducción JE)

Los estudiosos parecen de acuerdo en señalar que hay no poco de autobiográfico en la música y en el apaño que realizó del libreto. El mismo Janacek refiriéndose a su Makropulos escribiría: “¡Una belleza de 300 años, pero con sentimientos apagados!. Brrr. Fría como el témpano…Pero yo la voy a recalentar para que la gente la encuentre simpática. Podría incluso enamorarme de ella…Y es sabido que ella era desgraciada (por vivir tantos años, haber sido deseada solamente por su belleza pero sin haber encontrado el amor más que fugazmente). Nosotros somos felices porque sabemos que nuestra vida no es demasiado larga. De modo que es necesario utilizar cada instante. Nuestra vida no es más que apresuramiento y espera. En mi lote ya solo queda esta última”. De ahí que Vanda Prochazka, comentando el Makropulos de Janacek, en el librero de mano arriba señalado, se pregunte si la opera no responde sino a la situación personal del autor que se basa en la comedia, con suspense, de Capek, para ilustrar el drama de la mujer que, esclava de su belleza, atrayendo la libido de los hombres, es fría en sus relaciones sexuales, e infeliz en su vida, frente al hombre ya casi septuagenario, el propio Janacek, perdidamente enamorado de una jovencita (y correspondido) que ocupa, transfigurada por 300 años de vida, el centro de su ópera.

La puesta en escena es soberbia. Emilia Marty, en el primer acto, Elina Makropulos en el tercero, su nombre de familia, y unas cuantas más en medio (Eugenia Montez, Ekaterina Myshkina, Elsa Muller, Eliane Mc Gregor… siempre E. M) es representada por videos que recuerdan a mujeres esplendorosas, entre otras Rita Hayworth, Gloria Swanson, Bette Davis y sobretodo, Marilyn Monroe, hasta tal punto que Emilia Marty, en escena, viste como ella, vaporosa, recrea las faldas al aire sobre un respiradero del metro y una escena impresionante con un gigantesco King Kong que tiene entre sus dedos a Marilyn – Eugenia, Emilia- Eliane…Elina Makropulos.

Toda la ópera gira en torno a la “femme eternelle”, la mujer a quien se ama y se odia,  se desea y se teme, de la que uno quisiera escapar pero, al mismo tiempo busca entender, congeniar…La mujer con la que todo hombre sueña. La mujer que desespera de su belleza y de su atracción libidinosa, cuando busca ser, sencillamente, amada.

La música de una atracción morbosa, como pocas he escuchado en mi vida, es dirigida, espléndidamente, magistralmente, por una mujer, la finlandesa Susana Mälkki. ¿Quién dijo que los nórdicos son fríos?.

Esta ópera se interpreta pocas veces. Hasta el año 2007 no se había representado en París. Obviamente la llevó Gerard Mortier como hace uno o dos años estuvo en el Real, también de su mano. (Hago votos para que supere su cáncer aunque ya no seguirá en Madrid. Pero sería más exacto decir que Madrid no puede seguir a Mortier). La representación del martes pasado 24 era la misma que la de 2007, aunque en lugar de Angela Denota en 2007, Ricarda Merbeth en 2013 que entró completamente, en soberbia interpretación, en el único y diverso papel de los 337 años de Elina Makropulos, alias Ekaterina Myshkina, Elsa Muller, Eliane Mc Gregor…

Una obra impactante. Solo “apta” para mayores de sesenta y, mejor, setenta u ochenta años de edad. Si pueden, les gusta la ópera (y tienen esa edad) corran a París. Me lo agradecerán. La representan todavía el 27 y 30 de septiembre y el 2 de octubre. Obviamente hay entradas. El patio de butacas de “La Bastille” estaba ocupado en un 60-70 %. No como la víspera con Lucia de Lammermoor, lleno hasta los topes. Bravos a Lucia, muy merecidos, por cierto. Aplausos, muchos aplausos, sostenidos, y contenidos por el impacto de vivido, diría yo, a Makropulos. Pero no vayan sin leerse algo de la ópera si no la conocen. Sin más es difícil seguir la obra, aún conociendo francés o ingles, en cuyos idiomas proyectan los diálogos. Muy densos. Muy rápidos. Son tres actos interpretados sin interrupción. Una hora y cincuenta minutos de droga dura.

Y París está preciosa. 

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