domingo, 7 de julio de 2013

“Nosotros” y los “otros”


“Nosotros” y los “otros”

 (Con este título, publiqué en El Diario Vasco, un texto más reducido el sábado 6 de Julio pasado. Accesible previo pago)

Un buen amigo me envía sus reflexiones tras leer mi artículo del domingo 30 de Junio  publicado en  “El Correo” y en “El Diario Vasco” (solo accesible mediante pago), “El plan imposible”, referido al Plan de Paz y Convivencia del Gobierno Vasco. Me dice que una memoria única no es posible ni es humano pretenderlo. No responde a la condición humana, tal y como es, quiere decir. Por otra parte, continúa, avanzar hacia una memoria compartida en su pluralidad (que era la opción que defendía en mi artículo) no es fácil en el momento actual. Y añadía, “hay demasiadas fracturas encima de la mesa, pero, sobre todo, la sangre de las heridas infligidas por tanto asesinato y tanto sinsentido está manando a borbotones. Tengo serias razones experienciales para creer que la herida tarda en cicatrizar (sin olvidar que la cicatriz es de carácter permanente y nos devuelve al recuerdo de la herida) no menos de tres generaciones, contada la que la padeció directamente”.

Ante mi (relativa) sorpresa, mi amigo me refiere el hecho de que aún no sabe donde está enterrado su propio abuelo y que esa cuestión está todavía muy viva en su familia. De ahí, las tres generaciones.

Le avanzo, con la mayor de las delicadezas de la que soy capaz que, así y todo, creo que es muy conveniente, si no necesario, que familiares de victimarios y de victimas, así como personas de las familias políticamente opuestas, con experiencias de víctimas en su seno, se escuchen de vez en cuando si no queremos reproducir en Euskadi las mismas secuelas que en la guerra civil española, aunque, lo repito por enésima vez, lo que hemos vivido en los tiempos de los atentados de ETA no es equiparable a una guerra civil.

La cuestión es cómo avanzar en una situación "imposible". Mi amigo escribe: Necesitaremos mucha generosidad, mucha piedad, mucha empatía, mucha pedagogía, mucha paciencia y una gran determinación siempre teniendo en cuenta la "oración de la serenidad", formulada por escrito por el teólogo americano Reinold Niebuhr en 1943, aunque partes de la misma pertenecen al secular tronco de la sabiduría de las distintas culturas y tradiciones:

"Señor, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, coraje para cambiar las que puedo cambiar, y sabiduría para distinguir las unas de las otras.".

Es evidente que no podremos volver a ver a al ser querido que nos han arrebatado. El riesgo esta en olvidarlo. Como evidente es la dificultad de tener el coraje para cambiar el dolor, la rabia e incluso el odio hacia sus victimarios. Aquí el riesgo está en encerrarse en su dolor sin tratar de superarlo, siendo víctimas por partida doble. Como no menos evidente resulta saber, en cada momento histórico, qué es posible cambiar y qué no lo es. Y aquí se impone el esfuerzo colectivo de remar al menos con un objetivo común: mejorar la convivencia entre diferentes y con historias diferentes.

De ahí que en medio de tanta incertidumbre hay una cuestión básica de cuya respuesta dependerá nuestro futuro, tanto personal como colectivo. Aun consciente de que me tildarán de equidistante la formularía así: ¿Nos enrocaremos entre los “nuestros” alimentándonos, exclusivamente, con “nuestros” relatos, o seremos capaces de, al menos, escuchar los relatos de los “otros” sin negarlos de entrada, por entender que, en los “otros”, únicamente residiría el mal absoluto?.

Volveré, una y mil veces, a esta cuestión.

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