Cuando Tchaikovsky se topa con los jóvenes
(Una versión algo reducida de este texto se publicó en "El Diario Vasco" el sábado 27 de Julio bajo el título de ¡ Qué gozada de concierto!. Solamente accesible previo pago a Vocento)
A poco se me pasa.
Gracias a que mi mujer (estaba fuera) me llamó para recordarme que esa noche
tenía un concierto en el Victoria Eugenia. Fue este martes pasado. Lloviznaba
y, aun viviendo a dos pasos, me costó coger la gabardina y salir a la calle.
Sentía como la obligación de ir al concierto. Hay que ayudar a los jóvenes que
no tienen muy fácil en estos tiempos. Tanto que tienen que ir a ensayar a Eibar
con la de salas de música mal aprovechadas que tenemos en Donosti. Habrán
adivinado que estoy escribiendo del concierto de la “Joven Orquesta de Euskal Herria / Euskal
Herriko Gazte Orkestra” (E.G.O.)
Al acercarme al Victoria
Eugenia me sorprendió el gentío que se agolpaba a la entrada. Me trajo a la
memoria las esperas frente a los templos musicales europeos con motivo de
grandes conciertos. Sí, claro, había muchos familiares de los músicos de la
orquesta, muchos jóvenes y, también, no pocos melómanos de todas las edades,
entre los que me cuento.
Ya habló María José Cano
en su recensión del concierto del entusiasmo de los músicos. "Emece", con quien
conversé al final, me decía lo mismo: no solamente tocan con entusiasmo es que
nos lo transmiten. Lo que hace que el disfrute aun sea mayor. De cuantos
conciertos de campanillas, con una Filarmónica de Viena o de Berlín, por
ejemplo, con directores que cobran fortunas por actuación, no habré salido frío
como un témpano mirando el reloj para ver cuando acabada semejante tormento.
Pero lo que mostró la EGO fue más que entusiasmo.
Fue música, hicieron música. No una mera, aunque buena, concatenación de
acordes – que la hubo-, entre ellos con su director Juan José Ocón. Se notaba
en la seguridad en las entradas, la rotundidad en los tutti y, sobretodo, cómo
se escuchaban los músicos, entre sí. Cuando una chica clarinetista aborda, con
serena pasión, el tema inicial de la quinta de Tchaikovsky, y te sientes ya vibrar,
los chelistas y violas la apoyan, balanceando todo su cuerpo, abrazando sus
instrumentos; cuando la trompa (un chico esta vez) inicia, con seguridad y
comedimiento expresivo, la difícil y sofocante belleza del segundo movimiento,
veo a otra chica que, mirándole de reojo, le tutea con su clarinete, da entrada
a la madera y Ocón lo hace con la cuerda, eso, ¡eso es música!.
Me viene a la memoria lo
que en más de una ocasión ha afirmado Alfonso Aijon, Alma Mater de Ibermúsica y
que ha escuchado a las mejores orquestas del mundo: las compuestas por jóvenes,
si el director las dirige, ofrecen la mejor música. Alfonso adora la “Gustav Mahler
Jugendorchester” y con los grandes directores. ¡Qué conciertos no he escuchado
con ellos!. Una séptima de Mahler, por ejemplo, en los Prom´s londinenses, hace
dos o tres años, un lugar donde se aplaude cuando se quiere, con un Ingo Metzmacher
a la batuta que los electrizó.
Volviendo al concierto de E.G. O la pantomima final en
base a la célula central del primer tema del cuarto movimiento fue un colofón
que ya quisiéramos en otros conciertos de campanillas. Mi última 5ª de
Tchaikovski en directo fue con Gergiev y su orquesta Mariinski en Vitoria, hace
pocos meses, en un teatro con plazas libres. ¡País!. No voy a hacer
comparaciones musicales, obviamente, pero si quiero decir que el martes con la EGO disfruté más, mucho más.
Musicalmente hablando. Gracias, chavales. Espero que la administración y los
melómanos no os olvidemos.
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