Gergiev en Vitoria
Me incordia el titular
que he dado a este texto. Es la pleitesía a los grandes nombres que, en frío,
detesto pero que no puedo no confesar que yo también caigo en ello. Hace un
rato he vuelto de Vitoria de escuchar la Quinta de Tchaikovsky con Gergiev a la batuta de
su orquesta del Bolchoi, la orquesta Mariinsky. No puedo no rendirme ante
la evidencia de lo que es capaz de hacer una batuta. La orquesta del Mariinsky
no es la Filarmónica
de Viena, ni de lejos, pero en manos de Gergiev, en una sala como la del Teatro
Principal de Vitoria que no está pensada para estas orquestas, incluso en la Quinta de Tchaikovsky que
la conocen como el pasillo de su casa, sale transfigurada. Cuando Gergiev está
concentrado. Y eso ha pasado esta tarde en el maravilloso 2º movimiento (¡qué
trompa!) y sobretodo, con el subestimado 3º de esta sinfonía.
El concierto ha comenzado
con el Emperador de Beethoven con Enrique Bagaria al piano. La orquesta ha
sonado plana, queda, mate. Hasta que en el tercer movimiento Bagaria, ya seguro
de si mismo, ha dirigido el concierto desde el teclado. Yo, al menos, en la
transición entre los dos movimientos finales he salido de mi letargo. Y Gergiev
le ha seguido.
Por cierto. El teatro
Principal no estaba lleno, ni mucho menos. La fila 18 estaba vacía, y muchos,
muchos huecos en la platea. La entrada más cara, comprada en Internet, 58,70 €.
Es verdad que llovía, no solamente en Vitoria sino en todo el trayecto desde
Donosti. El bar de en frente al teatro, a la hora del concierto, a tope.
(Unos amigos irundarras,
melómanos como yo, me han llevado en su coche. Mil gracias).
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