domingo, 2 de diciembre de 2012

¿Se extinguirán los vascos en cien años?


¿Se extinguirán  los vascos en cien años?

 
(Una redacción muy recortada de este texto se publicó en El Diario Vasco el 24 de noviembre pasado)

 

Según datos publicados el pasado 19 de noviembre por el Instituto nacional de Estadística, y en la hipótesis de mantenerse las tendencias demográficas actuales, esto es la actual estructura poblacional y los comportamientos demográficos hoy observados, en los próximos años España continuaría registrando un paulatino descenso de la natalidad. Según el INE, en los próximos 40 años nacerían en España 14,6 millones de niños, un 24% menos que en los últimos 40.

Las cifras para Euskadi de 2010 muestran que hay 9,7 nacimientos por 1000 habitantes, dos décimas por debajo de las de 2008. En comparación con los datos correspondientes a 1975, en los que Euskadi gozaba de una tasa de natalidad elevada (19,1), se ha pasado prácticamente a tener la mitad de los hijos que hace 37 años. Eustat calificaba este descenso (DV 14/08/12) como un «cambio radical» y asegura que se ha producido de manera mucho más acusada que en otros territorios. Obviamente, las proyecciones del INE para España, sirven en líneas generales para Euskadi. Me parece que el tema exige atención urgente. 

La investigadora France Prioux que trabaja en el Instituto Nacional de Estudios Demográficos de Francia hace años declaró que “Italia, España, o Gran Bretaña, no tienen política familiar. Estos países estiman que las mujeres pueden tener hijos, al mismo tiempo que una actividad profesional total, sin ofrecerles los medios para ello. En Francia por el contrario la política familiar es bastante favorable en Francia. Permite a las mujeres tener hijos al mismo tiempo que trabajan mediante ayudas desde que tienen el primer hijo”. De hecho continua la investigadora, “Francia ha comprendido antes que otros países la necesidad de tener hijos. Al comienzo del siglo XX, al confrontarse a la perdida de natalidad, los políticos franceses se dieron cuenta de las consecuencias del envejecimiento de la población (entre otras cosas de que no se podrían pagar las pensiones)”. Hicieron dos cosas. Por un lado llamar a la inmigración que en la primera generación tienen más hijos y, en algunos casos, durante más generaciones por razones políticas, religiosas, y sobre todo de defensa de su identidad en el país de acogida. Por el otro “desarrollar las ayudas a las familias. Francia, continua Prioux, tiene una auténtica conciencia de la necesidad de sostener las familias con hijos, lo que estimula la natalidad. Los otros países de Europa comienzan a abrirse a esta idea” excepción hecha de los países nórdicos que llevan décadas haciendo política familiar.

La solución está inventada: no penalizar a los padres que decidan tener hijos con el quebranto laboral, luego económico, que supone dedicarse a su crianza y educación en los primeros años de su vida, particularmente en el primero. Un hijo, visto desde una perspectiva ramplonamente economicista es un bien para la sociedad. Es una inversión de primer orden para el futuro de la sociedad. Luego estimular su venida al mundo, con la actual tasa de natalidad de Euskadi o España, es una prioridad. Como es, también, una prioridad de primer orden que ese niño o niña, reciban un cuidado, un cariño y una educación de primer orden. No se ha inventado para ello nada mejor que unos padres, bien avenidos, y que apuesten por la educación de sus hijos. Las encuestas muestran que esa es la disposición de la gran mayoría de nuestros jóvenes, chicas y chicos, que quieren ser madres y padres y quieren, ellos mismos, educar a sus hijos en sus propios valores. Valores, dicho sea entre paréntesis, que se corresponden con los de la sociedad actual, adultos y jóvenes. Lo que no vale, como frecuente, errónea e injustamente se hace, es comparar a la juventud de hoy con la juventud de hace cuarenta sin comparar, al mismo tiempo, a la sociedad global de hoy con la sociedad global de hace cuarenta años.

Pero no dejemos solos a los jóvenes de hoy. La sociedad y las familias han cambiado. Es preciso que la sociedad adulta lo entienda, y entienda también que, si queremos que haya vascos autóctonos dentro de cien años, habrá que subir impuestos o retraer ayudas de otros conceptos. La pelota está en el alero del nuevo Parlamento Vasco.

Ahora que se va a formar en nuevo gobierno vasco me permito sugerir al nuevo lehendakaki que llame a algún demógrafo vasco en ejercicio en alguna de nuestras universidades y que le explique cómo se las arreglan por Europa para solventar la baja natalidad, o desnatalidad, si me permiten el palabro. Media hora bastaría.

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