martes, 15 de diciembre de 2009

Alegato por la reconciliación en Euskadi


Alegato por la reconciliación en Euskadi

(Texto de la intervención de Javier Elzo en el Acto de Entrega del Premio EUSKO IKASKUNTZA-CAJA LABORAL DE HUMANIDADES, CULTURA, ARTES Y CIENCIAS SOCIALES de 2009)

Agintariak, Sailburu Isabel Celaá anderea, erretoreak, Eusko Ikaskuntzako lehendakaria, Euskadiko Kutxako lehendakaria, irakasle eta ikertzaile lankideak, adiskideak, eskerrik asko gaur hemen egoteagatik. Nekez imajina lezake Euskal Herriko unibertsitario batek EUSKO IKASKUNTZA-EUSKADIKO KUTXAREN HUMANITATE, KULTURA, ARTE ETA GIZARTE ZIENTZIEN SARI hau baino hoberik jaso dezakeenik. Izan ere, saria ematen duen epaimahaia, Euskal Herriko zazpi unibertsitateetako errektoreek, edo haien ordezkariek, osatzen baitute, sariaren sustatzailea den Eusko Ikaskuntzako lehendakariarekin eta babeslea den Euskadiko Kutxako lehendakariarekin batera.  Eskerrik asko bihotz-bihotzez haiei, are gehiago kontuan hartuta ez zaidala zaila egiten gaur nire lekuan egon daitezkeen beste batzuk ikustea, gutxienez nik bezainbeste merezimendu badutenak.

Autoridades, Sra Consejera Isabel Celaá, Rectores, Presidente de Eusko Ikaskuntza, Presidente de Caja Laboral, compañeros docentes e investigadores, amigas y amigos, muchas gracias por estar hoy aquí. Es difícil imaginar que un universitario vasco pueda recibir un mejor galardón que este Premio EUSKO IKASKUNTZA-CAJA LABORAL DE HUMANIDADES, CULTURA, ARTES Y CIENCIAS SOCIALES otorgado por un jurado compuesto por los rectores de las siete universidades de Euskal Herria, o sus representantes, junto al Presidente de Eusko Ikaskuntza promotor del premio y el representante de Caja Laboral, patrocinador del mismo. Vaya mi sincero agradecimiento hacia ellos, máxime cuando no me resulta difícil ver otras personas que podrían estar en mi lugar el día de hoy, al menos con tanto mérito que yo.



Epaimahaiak hiru ezaugarri nabarmendu ditu niri saria emateko orduan: “ikerketan eta irakaskuntzan egindako bide luzea, gehienbat Deustun garatua”, “komunikabideen bitartez etengabe egindako zabalkunde lana” eta “bizikidetzako balioetan hezten eta bakearen kultura sortzen egindako ahalegina”. Hiru alor horiek iruzkindu nahi ditut gaur hemen, lehenengo biak labur-labur eta luzeago hirugarrena. 

El Jurado resalta tres aspectos a la hora de concederme el premio: la “larga trayectoria investigadora y docente, desarrollada fundamentalmente en la Universidad de Deusto”, la “permanente labor divulgativa a través de los medios de comunicación” y haber “tratado siempre de educar en valores de convivencia y en la generación de una cultura de la paz”. Quiero glosar hoy aquí muy rápidamente los dos primeros aspectos y con más extensión el tercero 

Irungo Institutuko garaia gogoratuz, nola ahaztu Aldapetako Gizarte Laneko Eskolan emandako urteak! Baina egia da Deustuko Unibertsitatean eman dudala denbora gehiena irakasten eta bertan egin ditudala nire ikerlanik gehienak ere. Inoiz ezingo diot Deustuko Unibertsitateari hau behar bezainbeste eskertu. Dena den nire ikerketa lan gehienak taldean eginak direla azpimarratu behar dut, hortaz, bidezkoa da sari hau nire taldekideekin banatzea.

Aun sin olvidar mi paso por el Instituto de Irún y, ¡cómo olvidar!, mis largo años en la Escuela de Trabajo Social de Aldapeta, ciertamente es en la Universidad de Deusto donde más tiempo he sido docente y donde he llevado a cabo la mayor parte de mis investigaciones. Nunca seré suficientemente agradecido con la Universidad de Deusto. Pero quiero significar que la inmensa mayoría de mis investigaciones se han realizado en equipo luego, en toda justicia, este Premio debo compartirlo con ellos.

Oso garrantzitsua da zientzialarion lana komunikabideen bitartez gizarteari zabaltzea. Parte hartu dudan komunikabide guztiak aipatzea ezinezkoa da. Baina, « Diario Vasco » eta “Correo”, aipatu nahi ditut, hainbeste urtetan, errespetuz eta zehaztasunez, nire iritzi pertsonalak hedatu dituztenak, nahiz eta kasu batzuetan Vocentoren ildo editorialarekin bat ez etorri. Ezin ahaztu, EITB, nahiz eta batzuetan kritikoa izan naizen haren programazioaren zenbait konturekin. Beste hedabide asko aipatu beharko nituzke, baina zerrenda oso luzea izango litzateke eta, ziur aski, injustua, baten bat ahaztu egingo nukeelako. Eskerrik asko denei.

Me parece obvia la importancia de la divulgación de la labor de los científicos a través de los medios de comunicación social. Es imposible que cite a todos los medios en los que he participado. Pero quiero nombrar al “Diario Vasco” y al “Correo”, que han acogido, durante tantos años, con respeto y rigor, mis opciones personales, no siempre coincidentes con la línea editorial de Vocento. También a EITB pese a que, a veces, he sido crítico con algunos aspectos de su programación. Debiera citar a muchos más medios pero la lista sería muy larga y, seguro que injusta, por algún olvido o despiste. Gracias a todos.

Orain, luzeago hitz egin nahi dut gizarteko bizikidetzaren gaiaz, sari hau emateko orduan epaimahaiak aipatutako hirugarren ezaugarriaz, alegia.  

Ahora quiero detenerme, más prolongadamente, en el tema de la convivencia en la sociedad, tercer aspecto de los mencionados por el jurado al concederme este Premio. 

Recuerdo, siendo niño, debía ser en los finales de los años cuarenta o comienzos de los cincuenta, que en Urbasa nos tumbábamos al suelo para, sujetándonos por atrás los pies, asomarnos al Balcón de Pilatos. Debió ser en alguna de aquellas visitas cuando mi padre me dijo que en la guerra arrojaban, no sé quienes a quienes, a punta de bayoneta por el Balcón. Alguien, antes del despeñamiento, debió decir que, como cristiano que era, quería reconciliarse con sus ejecutores antes de morir, de tal suerte que dándole un último abrazo…mortal consiguió que ambos cayeran al precipicio. Nunca he sabido si esto es cierto o no. Tampoco lo he investigado pero, ha sido cierto para mi, tanto que tantos años después se me aparece como una de las vivencias que más han marcado toda mi vida.

Quizás nazca de ahí que siempre haya sostenido el diálogo inteligente no solamente entre diferentes, (hacerlo con los que piensan como uno mismo no es dialogo sino monólogo a dos) sino también entre victimarios y víctimas, entre perdedores y ganadores, entre “nosotros” y los “otros”. Sin angelismos pero buscando siempre la convivencia y sin renunciar a la reconciliación entre personas.

Centrándonos hoy, en nuestra sociedad, hay una cuestión ineludible, de entrada: la delimitación de las víctimas y de los victimarios en Euskadi. No soy el único en pensar que en Euskadi hay cuatro ámbitos distintos desde donde cabe hablar de victimarios y de victimas. El propiciado por el terrorismo de ETA y las víctimas de su terror; el de los GAL, el Batallón Vasco-Español etc., con sus propias víctimas; los que han sido objeto de malos tratos y torturas y, en algunos casos, con consecuencia de muerte y, en cuarto lugar, las víctimas del franquismo, sobretodo ya la guerra civil terminada.

Las cuatro situaciones son diferentes pero tienen un elemento común: hay victimarios y hay víctimas. Pero ciertamente la más urgente es la primera situación.

La violencia de ETA es el mayor problema para nuestra sociedad pues conlleva que haya del orden de 42.000 personas amenazadas de las que algunas han de vivir escoltadas. ETA y su mundo legitiman su violencia en la existencia de un problema político no resuelto como si no hubiera, en otros sitios, problemas políticos no resueltos, similares al vasco, sin que tengan que soportar la losa del terrorismo. ETA es básicamente una organización totalitaria de la que la violencia es su moneda de cambio. Precisamente esto es lo que dificulta enormemente su desaparición. Máxime cuando todavía hay personas que adoctrinan a los menores en la legitimación de ETA. No hay duda posible: el objetivo primero hoy es terminar con ETA y liberar a miles de personas de la situación de angustia y persecución que padecen. Es lo más urgente y lo prioritario. 

En segundo lugar, aunque mucho menos en número, no es aceptable que se mire a otro lado, de forma sistemática, cuando se habla de malos tratos y torturas. Toda persona, también un terrorista, sigue siendo una persona humana y, como tal, sujeto de derechos inalienables. Los que tenemos edad avanzada recordamos aquel libro  que editó Masperó en los años 70 sobre la tortura en el País Vasco, plagado de inexactitudes cuando no de puras invenciones. Pero sabemos también, porque leemos informes independientes, internacionalmente reconocidos, y porque nos fiamos de lo que nos dicen algunas personas, que los malos tratos y la tortura no están erradicados entre nosotros. Además hay sentencias firmes condenatorias en razón de personas que murieron, detenidas, a manos de las Fuerzas de Seguridad. Algunas apenas a un centenar de metros de donde estamos ahora.

El tercer ámbito, el de los GAL es el menos urgente (ya no existen los victimarios) y también el que afecta, en la actualidad, a menos personas. Pero aunque hubiera una sola víctima sin el reconocimiento debido ya sería demasiado. Además tiene una gravedad inusitada pues estamos hablando de terrorismo de Estado. De ahí que, en algunos supuestos, se correlacionan con los del ámbito anterior.

En fin, el cuarto ámbito es el más numeroso y en el que hay más víctimas no reconocidas. Incluso de muchas no se sabe ni donde están enterradas. El hecho de que los victimarios ya no existan desde que falleció el Dictador quita urgencia al tema en el sentido de que ya no habrá más víctimas de esos victimarios pero abochorna saber que “en Navarra, por ejemplo, donde triunfó el golpe militar, de las 2.857 víctimas que ocasionó la represión franquista sólo 1.640 figuran inscritas en los juzgados (el 57%)” [1]. Victimas relegadas al silencio desde hace más de 70 años.

Hace tres años en una ponencia en el Instituto Internacional de Sociología Jurídica de Oñati, hablando de estas cosas, traje a colación un artículo de prensa del historiador Anthony Beevor que bajo el significativo título de “España debe levantar el manto de silencio” decía cosas como estas:

“Después de que Franco muriese en 1975, el mundo entero admiró el paso de España a una monarquía constitucional y a la democracia. Pero el proceso requirió que se llegase a lo que después se llamaría el pacto de olvido. Ningún general o torturador fue sometido a juicio. Ninguna comisión de la verdad analizó el pasado de España. (…..) Lo que España necesita ahora es un pacto de recuerdo, no de olvido, pero debe enfocar la memoria de un modo que evite los fantasmas propagandísticos del pasado que se alimentan a sí mismos; que reconozca libremente las peligrosas consecuencias de negarse a transigir. Los españoles tienen muchas y grandes virtudes, especialmente la generosidad, la imaginación, el sentido del humor, el valor, el orgullo y la determinación. Pero no suelen distinguirse por intentar comprender el punto de vista del adversario. Es un vicio infravalorado. La tragedia de la Guerra Civil es sin duda el recordatorio más fuerte del peligro de despreciarlo”[2]. Hago mías sus palabras.

Después he leído el libro de Giles Tremlett “España ante sus fantasmas. Un recorrido por un país en transición” cuyo capítulo 3º lleva este título que lo dice todo: “Amnistía y Amnesia. El pacto de olvido”[3]. Comprenderán que haya dicho últimamente en diversos foros y artículos de prensa que la gestión de las víctimas en la transición política española no sea precisamente un modelo a seguir. Y no me sirve que me digan que el final de ETA no es equiparable al final del franquismo. Nunca hay dos situaciones totalmente equiparables. Por ejemplo, en el caso de ETA no hay dos bandos enfrentados, como en la guerra civil, pero hay algo perfectamente trasladable: la necesidad de entender el punto de vista del adversario, lo que no quiere decir aceptarlo, por supuesto. De ahí que, hoy, aquí, esté hablando, exclusivamente, de convivencia y reconciliación entre personas, no entre proyectos políticos.

Sabemos que es difícil ponerse en el lugar del otro, abrirse a “su” razón, a “su” vida, a “sus” pasiones, que se nos aparecen como una “sin” razón total. Ciertamente, pero la compasión nace de esa posibilidad de entrar en las pasiones del otro. Así mismo, la compasión, “padecer-con” es el mayor antídoto del odio, matriz nutricia del fanatismo con el cual nada es posible.  De ahí que la convivencia y más aún la reconciliación entre victimarios y víctimas es clave para la gobernanza y la mera convivencia en países, como el nuestro, tantos años en conflicto.

Yo también creo, con Beevor, que intentar comprender el punto de vista del otro, máxime si es adversario, es un “vicio infravalorado” y a los que, voluntaria y conscientemente hemos intentado superar ese “vicio” se nos ha tachado, como poco, de equidistantes. Y, no serán pocos, los que tras leer estas líneas, me volverán a acusar de lo mismo.

Nunca hay que olvidar. Paul Ricoeur en su libro “La memoire, l´histoire, l´oublie”, habla de dos formas básicas de olvido, el “olvido por ocultamiento”, por borrado de las trazas de la memoria y el “olvido de reserva”, el olvido reversible[4]. El olvido por borrado de las trazas de la memoria puede tener dos formas: la amnesia, tanto involuntaria como voluntaria, por un lado y la amnistía por el otro. Estas formas de olvido, la amnesia voluntaria (en la transición y tantos años ya en Euskadi) como la involuntaria (por los que, a pesar de lo que vivimos, logran no ver), así como la amnistía (en el caso de ETA precisamente) ya se han aplicado entre nosotros. El resultado está a la vista.

Pero nos falta abordar el olvido reversible, el imposible olvido de lo inolvidable. Lo que aflora a poco que se escrute, los dramas que se alojan en la recámara de la memoria y que, ningún pensamiento, por mucho tiempo que pase, podrá borrar. Tampoco las amnesias. Ni la amnistía. Es la estela de las Euménides de Esquilo que actualiza Jonathan Littell en su extraordinaria novela “Les bienveillantes”[5].

Pues bien, estimo que Euskadi necesita, ya, revisar su historia, levantar el velo de los silencios sobre todas las victimas. Necesitamos conocer la verdad. Toda la verdad. Euskadi necesita un enorme ejercicio de verdad y humildad. Necesitamos no uno sino ciento y un estudios donde desempolvar tanta miseria, tanto olvido, tanto odio,  tanto fanatismo. Necesitamos escuchar más relatos, muchos relatos de tanta gente que ha sufrido tanto. Necesitamos avanzar en organismos, de diferente sensibilidad política, que busquen la verdad y la reconciliación. Una reconciliación basada en los valores básicos del respeto a los derechos humanos de todas las personas y al reconocimiento del daño causado por parte de los victimarios a sus víctimas.

No partimos de cero. Además de la Dirección de atención a las Víctimas del Gobierno Vasco, de numerosos organismos privados o semipúblicos, de los que quiero citar a “Gesto por la Paz” traigo, como ejemplo recientísimo, un texto del profesor Francisco Etxeberria con el que cierra su aportación a un libro colectivo, bajo el título de “Exhumando fosas, recuperando dignidades”. Dice así: “somos conscientes de que se ha iniciado una etapa de recuperación de la memoria que se incorpora a la actualidad como un valor democrático que trata de reparar la injusticia histórica a aquellas generaciones, una deuda que debemos saldar desde la actual sociedad más solidaria y más sensible con la vigencia de los derechos humanos”[6]. Pero queda muchísimo por hacer.

Pienso que Eusko Ikaskuntza puede continuar y coordinar este empeño con la labor académica de las universidades, las vascas en primer lugar, sí, pero las  españolas y extranjeras también, y el sostén financiero de las instituciones públicas y privadas. No podemos dejar a nuestros nietos y bisnietos las secuelas de una sociedad enfrentada por no haber tenido, nosotros, el coraje de afrontar la verdad y dar pasos para la reconciliación.

Se ha levantado muy tarde el velo de las victimas de ETA. Las hemos olvidado en los años de plomo cuando había casi cien asesinados al año y se enterraba a las víctimas con sordina. Porque esas víctimas eran, básicamente, guardias civiles, policías nacionales, miembros del Ejercito, ertzainas y empresarios. Pero si solamente se levantara ese velo, el de esas solas víctimas, cual boomerang, puede volverse contra ellas. Hay signos recientes de que, afortunadamente, no será así.

Necesitamos más humanidad en nuestras relaciones. Nunca hay que olvidar, ya lo he dicho, pero hay que intentar abrirse a la amnistía del corazón, incluso al perdón que puede llevar a la reconciliación o, como poco, a la convivencia. Si ustedes se preguntan cómo es posible que convivan en el mismo pueblo, en el mismo barrio y hasta en el mismo inmueble, victimarios y víctimas les diría que pregunten a los que vivieron la posguerra. Les podrán contar más de una historia[7].

Ricoeur introduce, en las últimas páginas del ya citado libro, el concepto de perdón citando la expresión bíblica del Cantar de los Cantares: “el amor es tan fuerte como la muerte” para concluir que, entonces, “el olvido de reserva puede ser tan fuerte como el olvido por ocultamiento” (página 656).

Sí, el perdón nos introduce en otra dimensión. El cristiano, leyendo los evangelios, encontrará frases interpeladoras como esta: “si queréis a los que os quieren, ¡vaya generosidad!. También los descreídos quieren a quien los quiere. Y si hacéis el bien a quien os hace el bien, ¡vaya generosidad!. También los descreídos lo hacen” (Lc 6/ 32-33).

Las carnes se nos revuelven cuando, leyendo estas frases, las concretamos con nombres y apellidos. Particularmente en las víctimas a quienes, ¡por Dios!, no se les pida que sean héroes por partida doble.

En todo caso, en ningún lugar está escrito que ser cristiano sea cosa fácil. Ya Gandhi dijo que “cuando leo el Evangelio me siento cristiano; pero cuando veo a los cristianos me doy cuenta de que ellos no viven según el Evangelio”, el mismo Gandhi que sostenía que “nunca es bueno el amor a los otros, cuando es exclusivo y con excepciones. Yo no puedo amar a los hindúes o a los musulmanes y odiar a los ingleses”, añadía. Sí, la radicalidad no es solamente cosa de los violentos. Y a estas alturas de mi vida ya no me basta con oír que la política se mueve en otros parámetros.

No me vale porque vale la pena recordar el cierre del alegato de Nelson Mandela ante la Suprema Corte de su país el año 1964. “Durante toda mi vida me he dedicado a esta lucha del pueblo africano. He peleado contra la dominación blanca, y he peleado contra la dominación negra. He buscado el ideal de una sociedad libre y democrática, en la que todas las personas vivan juntas en armonía e igualdad de oportunidades. Es un ideal que espero poder vivir para ver realizado. Pero si es necesario, es un ideal por el cual estoy preparado para morir”. Le esperaban 27 años de cárcel antes de lograr la abolición del apartheid.

Quiero añadir dos testimonios antes de ir cerrando estas páginas. Javier Rojo, actual presidente del Senado, dice a Natividad Rodriguez, esposa de Fernando Buesa, poco después de que su marido hubiera sido asesinado por ETA: “Nati, no sabes el odio que tengo, el rencor que tengo, la rabia y el odio que tengo dentro de mi contra estos por lo que nos han hecho”. Se comprende, pero le responde Natividad “Javier te estás equivocando, el odio no te perjudica mas que a ti, no te conduce a ninguna solución, y hará que te equivoques en tus decisiones, tenemos que trabajar para que no haya más muertos, que sería lo que Fernando hubiera querido y, sobretodo, que no hagamos lo que ellos quieren que hagamos, que es violentar y romper a una sociedad”[8].

El otro testimonio lo traslado de una noticia que archivé. Está tomado de “El Diario Vasco”. Dice así. “Pat Magee mató al padre de Jo Berry cuando en 1984 colocó una bomba durante la conferencia del partido conservador británico en un hotel de Brighton. Magee fue condenado a cadena perpetua en 1986 y liberado en 1999 gracias a los acuerdos de paz en Irlanda del Norte. Mientras tanto, Berry había iniciado un largo viaje para comprender por qué murió su padre. Ambos se vieron por primera vez en 2000 y pusieron en marcha la organización «Construyendo puentes para la paz». Están en San Sebastián, donde participarán hoy en una jornada sobre no violencia activa que se celebra en el Palacio de Miramar organizada por “Bidea Helburu”[9]. 

Voy a terminar leyendo el párrafo (con unos añadidos) con el que cerré mi aportación a la Ponencia de Víctimas del Terrorismo en el Parlamento Vasco el 27 de Noviembre de 2.003.

“El terrorismo lo contamina todo. El corazón y la razón. Hay dos tentaciones no sé cual peor. Una es la de no querer saber nada de nada. Otra querer saber solamente lo que conforta las convicciones y posiciones personales. Pero no se me haga decir lo que no digo. Víctimas y verdugos no son lo mismo, evidentemente. La sociedad no puede dispensar el mismo trato a los que son víctimas de terrorismo que a los terroristas. Los primeros tienen derecho al reconocimiento y apoyo social en todos los órdenes. Los segundos, una vez detenidos, deben saldar sus deudas, en la forma que decida la justicia. Pero todos son personas humanas, víctimas y terroristas. La única respuesta correcta está en el imperio del estado de derecho y en el escrupuloso respeto, siempre y en todas las circunstancias, de los derechos inviolables de la persona humana. Conviene recordar con la historiadora Lynn Hunt que “los DDHH precisan de tres cualidades entrelazadas. Los derechos deben ser naturales (inherentes a los seres humanos), iguales (los mismos para todos) y universales (válidos en todas partes)”[10]

El Rector de la UCA de El Salvador, tras el asesinato de Ellacuria, de otros jesuitas y trabajadores de la universidad, hace 20 años, propuso la Verdad, la Justicia y el Perdón, como el camino para la reconciliación. Un grupo de expertos del Consejo Mundial de las Iglesias, reunidos en Ginebra en febrero de este año 2009, hicieron suya la propuesta a la que no me queda sino adherirme, pensando en la reconciliación en Euskadi, aunque yo añado el reconociendo por parte de los victimarios del daño causado a sus víctimas. Sin excepciones.

Termino. Sin más dilaciones tengamos ya el coraje intelectual para buscar siempre la verdad, admitir que la verdad encontrada será a todas luces incompleta y que requiere la confrontación con la verdad que otros, especialmente si están en posiciones distintas a las propias, hayan podido encontrar. Y siempre un poco de humanidad, mucha humanidad”.

Eskerrik asko

Donostia 15 de diciembre de 2009

Javier Elzo



[1] (Antoni Segura: “Represion, Víctimas y Desaparecidos” El País. 06/11/08)
[2] “El País”, 25 de Junio de 2006.
[3] Madrid, Siglo XXI, 2006. Aunque no falten los que hablen de pacto de recuerdo. Recuerdo de lo sucedido cuarenta años antes que les llevó, en la transición, al olvido voluntario para no mutilar el futuro posible. (Así lo señala Javier Cercas en “Anatomía de un instante”, Modadori, Madrid, 1009, ver paginas 108-110, 181). Quizás el año 1975 era la mejor solución. En la actualidad se me antoja insostenible.
[4] Sigo muy libremente a Paul Ricoeur a partir de la tercera parte de su libro y en el Epílogo. (Editions du Seuil, Col. Points, Paris, 2.000). M extendí algo más en este punto en mi texto “Las víctimas en el proceso de paz”  en el Curso d “La Sociología Jurídica al Servicio de los Derechos Humanos en los Procesos de Paz” que se celebró en el Instituto Internacional de Sociología Jurídica de Oñati del 3 al 6 de julio de 2006. Creo recordar que se recogieron todas las intervenciones en un CD.
[5] En Gallimard, Paris 2006,  En castellano, “Las benévolas” RBA edit. Barcelona 2007.
[6] En el colectivo, editado por Antoni Segura, Andreu Mayago, Queralt Solé, “Fosses comunes i simbología franquista” (edición bilingüe en catalán y español). Ver, en castellano la página 260.
[7] O, lean el libro de Bernardo Atxaga “Soinujolearen semea”. Edit. Pamiela 2003. En castellano, “El hijo del acordeonista” Alfaguara, 2003. A los que hemos vivido la posguerra en la Gipuzkoa profunda nos cuesta leerla desde una imposible distancia.
[8] . María Antonia Iglesias. “Memoria de Euskadi”. Edit. Aguilar. Madrid 2009, página 796.
[9] . “El Diario Vasco”,  4 de noviembre de 2006.
[10] En “La invención de los derechos humanos”.Tusquest editores / Tiempo de memoria, Barcelona 2009, página 18.

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